Antonio Muñoz tiene menos de un año para convencer como alcalde a Sevilla… y a su partido

Antonio Morente

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Casi siete meses. Ese será el tiempo que transcurra entre que Juan Espadas fue elegido candidato socialista a la Junta y su renuncia a la Alcaldía el próximo 7 de enero, un largo calendario para su adiós que tiene como consecuencia colateral que su sustituto, Antonio Muñoz, ha visto muy reducido el plazo para imprimir un sello propio a su gestión. Y es que aunque las elecciones municipales serán el 28 de mayo de 2023, su margen de maniobra es sensiblemente menor ya que la decisión sobre quién será el cabeza de cartel del PSOE se abrirá a finales de 2022 o, como muy tarde, en el arranque del propio año electoral. Es decir, que tiene menos de un año para convencer tanto a la ciudad como a su partido de que es la mejor opción para que el PSOE continúe en la Alcaldía de la principal ciudad que gobierna en España. 

Muñoz será alcalde como muy tarde el 24 de enero, previsiblemente antes si llegan con antelación las credenciales de la concejal que sustituirá a Espadas en el Ayuntamiento. En todo caso, serán menos de 500 días para desempeñar el cargo antes de las elecciones, para las que el propio Espadas –aquí hablando en su calidad de secretario general del PSOE andaluz– ya ha avanzado que quiere que el candidato sea el propio Muñoz, “no concibo otra opción”. 

Pero la decisión en última instancia depende del Comité Federal socialista al tratarse de una ciudad con más de 50.000 habitantes, por no hablar de que un año en política es un mundo y nada –ni nadie– puede garantizarle a día de hoy al futuro alcalde que él será el cabeza de lista. Y a eso hay que sumar si llegado el momento debe concurrir a primarias internas o no, un trámite del que los estatutos socialistas eximen a los alcaldes en ejercicio porque ya pasaron por él al aspirar por primera vez al cargo. No es el caso del futuro regidor, y dentro del partido hay voces discrepantes sobre si debe afrontar este requisito o no.

Una política de continuidad

Todos estos elementos conforman el camino que Muñoz empieza a recorrer. De partida tiene que ganarse a la ciudad, para lo que anuncia una línea política continuista en la que intentará dejar su “impronta”, que define como una mezcla de “proximidad y contacto permanente con los barrios”. Para ello cuenta con una hoja de ruta muy marcada, ya que muchos de los proyectos puestos en marcha por Espadas están en su recta final, así que una de las claves será la recolección de unos frutos en los que ha intervenido muy directamente en su condición de delegado de Hábitat Urbano. A eso hay que unirle un presupuesto para 2022 ya aprobado y con unos compromisos pactados con IU y Podemos para ello que no son ni mucho menos una soga al cuello, por mucho que la oposición haya puesto el grito en el cielo por la claudicación ante la “izquierda radical”. 

Así que Muñoz tiene ahora que hacer gala de dos de las que se consideran sus principales virtudes, su capacidad de gestión y de relaciones públicas, para así dejar esa impronta. En cuanto a la vertiente política, y dado que nunca ha hecho vida orgánica ni asumido cargos en el partido, sus principales avales van a ser su buena relación con los secretarios generales en Andalucía (el propio Espadas) y Sevilla, un Javier Fernández que le hará un hueco en la ejecutiva que dará a conocer este fin de semana.

Reforzar la solidez de su grupo municipal

Y para avanzar en estas dos direcciones, lo primero que debe reforzar Muñoz es la solidez interna del grupo socialista en el Ayuntamiento, algo que ya apuntó Espadas al admitir que es fundamental que “la cohesión que hemos tenido hasta aquí no se abra ni un ápice”. Pese a las tensiones internas que ha provocado el proceso de designación del sucesor en la Alcaldía, no es previsible que eso enrarezca la convivencia futura en un equipo que gobierna y aspira a seguir haciéndolo a partir de 2023.

Para ello, Muñoz tendrá que hilar fino en la composición de su gobierno cuando ya sea regidor. De partida no se espera un terremoto en la distribución de competencias entre los concejales, pero sí tendrá que hacer cambios de calado por lo pronto para repartir las actuales áreas que comanda, que son la urbanística, la cultural y la turística. Eso sí, no es descartable que mantenga algunas de sus competencias, de hecho desde el sector cultural se le está pidiendo que no abandone estas funciones, así que dependerá de las atribuciones que quiera concentrar en el cargo de alcalde. Espadas, por ejemplo, asumió en su segundo mandato muchas más competencias –como la presidencia de las empresas municipales y del propio pleno– hasta que en septiembre se descargó de parte de las mismas y adquirió un perfil más cercano al de sus primeros años en el puesto (2015-2019).

En la gestión de todo esto está ya embarcado el que va a ser el octavo regidor de Sevilla desde la Transición, que entre sus tareas también va a tener luchar contra el cartel de alcalde de transición que le va a intentar colgar la oposición. Para combatir esta impresión necesitará un respaldo cerrado tanto de su grupo municipal como de su partido, que se dan por hecho, y acertar con el tono que mantenga con la Junta de Andalucía y el Gobierno central. Todos estos factores cincelarán el perfil de un Muñoz que hasta ahora nunca ambicionó ser alcalde, pero que ahora luchará con todo para seguir siéndolo.

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