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La historia no es interminable: se repite

Fernando Clavijo en el Parlamento de Canarias

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Tengo la impresión de que a Asier Antona le vino bien la crisis de Gobierno. Aunque sigo sin saber a qué atenerme con el presidente pepero. No sabría decir si está bien situado por méritos propios, eso que se dice de administrar los tiempos y elegir el momento de meterle al otro el dedo en el ojo; o si es que a sus rivales no hay por donde cogerlos y ya sabemos cuanto destacan los tuertos en el país de los ciegos.

Pasó Antona, en unas semanas, de una prudente ambigüedad a meterle prisa a las otras fuerzas interesadas para tener dispuesta la moción de censura a Clavijo antes de febrero. Está, pues, decidido a participar con las demás formaciones (menos Podemos, imagino) en la defenestración de Clavijo, si bien exige que faro y guía de la operación sea el programa del PP. Necesita reforzarse porque, dicen, podría disputarle la presidencia del partido Cristina Tavío, que cuenta con la ventaja inicial de ser de Tenerife, hecho determinante para la pertinaz derecha tinerfeña que ha logrado, por fin, llevarse la gaviota pepera a la costa de Añaza. Cosa que, contra lo que puede parecer, no daña la biodiversidad.

Como uno ya está en edades cuasi provectas para andar con boberías de programas, abordaré el asunto por lo que va de ayer a hoy. Porque ayer se veía mal un arreglo PP-PSOE frente al redentorismo nacionalero de Coalición Canaria (CC). Los dos partidos lo evitaron no fuera a caerles el dichete de “fuerzas godas” aliadas para aplastar a la única formación que proclamaba su “exclusiva obediencia canaria” y dos piedras. Sin embargo hoy, habrán visto, están socialistas y peperos dispuestos a comer huevos fritos en el mismo plato. Y con los nacionalistas de Nueva Canarias (NC) en la rueda de presentes, le será difícil a la desacreditada CC calificar de anti algo esa censura, si se produce: nadie ignora que CC es el instrumento de que se ha valido la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI) para hacerse con la hegemonía política y mantenerse en la presidencia del Gobierno canario durante casi un cuarto de siglo, gracias a una ley electoral de apaga la luz y vámonos. CC es, ahora mismo, la tercera fuerza en número de votos. Tan chocante resulta que felicitaron a Fernando Clavijo en la conferencia de presidentes autonómicos del otro día, en Madrid, por mantenerse en la presidencia. Me excuso de no volver a explicar semejante anomalía, juego de las dos sillas incluido.

Que Clavijo está en la onda insularista ática lo evidencia su convencimiento de que, tras deshacerse de los socialistas, podría sentar en la segunda silla a los populares, agradecidísimos de poder sumar al poder local pepero su participación en otra autonomía. Pero las cosas no son tan simples y desde que Clavijo puso a los socialistas en la puerta de la calle hasta ahora mismo, ha tenido Antona que conciliar sus intereses aquí con los del partido en Madrid. Sin arriesgarse a dar un paso en falso. Sea lo que sea, el hecho es que la posibilidad de un entendimiento PP-PSOE en las islas ya no provoca el radical rechazo de otros tiempos. La cuestión a dilucidar es si ese cambio es resultado de la maduración del electorado isleño o que éste está ya tan harto que ha entonado el por ahí me las den todas.

La nueva situación del PP ha desconcertado a más de cuatro en CC. De momento, José Miguel Ruano quiere dedicarle más tiempo a sus tareas pedagógicas universitarias, lo que es una manera de establecer distancias; y el ínclito Barragán, menos dotado para alejarse impunemente de la política, acaricia la idea de que CC y PSOE hagan las paces, olviden el enfado y vuelvan a gobernar juntos. El problema es que los socialistas dicen que ni borrachos, oye. Fue demasiado el sorroballo a que los sometió Carlos Alonso, presidente del Cabildo de Tenerife, que hace tándem con Fernando Clavijo, el presidente autonómico. ATI en estado puro.

En otro orden de cosas, que es el mismo, no sé si han caído en la cuenta de cuanto han insistido Clavijo y los suyos en que los nombramientos de nuevos consejeros, sustitutos de los socialistas expulsados, buscan aumentar el peso político de Gran Canaria. Lo que es, sin duda, el reconocimiento palmario de que hasta ahora no se le había reconocido su peso en el ámbito autonómico a la isla, cabecera de la Provincia que durante tantos años ha financiado al resto del archipiélago. Sin que nadie protestara, cosa que hace más relevante las voces de quienes piensan que los grancanarios hicieron entonces el canelo. No es esa actitud que ayude a la construcción de Canarias. Aunque no acaben los áticos de entender que fue precisamente el centralismo que tratan de ejercer mediante el control de las instituciones autonómicas lo que llevó a Gran Canaria a rebelarse contra la Provincia única, con capital en Santa Cruz, hasta zafarse en 1927 del centralismo provincial ejercido desde Tenerife por una oligarquía que hizo el peor uso del sistema provincial tan inadecuado a las islas como presente su espíritu en el Gobierno que preside Clavijo. Dicen, ya se sabe, que la Historia cuando se repite lo hace como caricatura o en forma de desastre. Cayó Clavijo en el error de pensar en el valor determinante de la procedencia insular y no percatarse de que es el proceder lo que define el talante de un político. Espero que haya comprendido que la caricatura ya no cabe y que puede llevar a Canarias al desastre. Al menos contribuir a él si no lo echan antes.

Por cierto: ha sido Juan Manuel García Ramos, del Partico Nacionalista Canario (PNC) quien ha valorado con más tino la decisión de Clavijo de prescindir de los socialistas. Quienes estén interesados en el asunto, yo desde luego no lo estoy, no deben perder de vista el posible influjo de Carlos Alonso, presidente del Cabildo tinerfeño, para explicar que Clavijo se lanzara a prescindir de los socialistas sin haber apalabrado la sustitución. Mucho Colegio Mayor es lo que hay.

Para rematar estos comentarios, podría remontarme a los días de Paulino Rivero. No fue, ya saben, un presidente al gusto del Gotha tinerfeño y sus círculos más conservadores, anclados en el insularismo ático; unos por convicción y otros por el interés de sus negocios. Desde esas trincheras rajaron de Paulino lo que no está escrito, por más que no es poco lo que sí está escrito. Primero lo consideraron un advenedizo maúro y como no conseguían traérselo al pie, probaron a tildarlo de “acanariado” o “acanarionado”, cosa que se lleva mucho por aquellos cerros; ya menos debido al mayor grado de cultura e información y ya se sabe que también los grancanarios son hijos de Dios. Pero semejante avance no valió con Rivero, contra el que se desataron todas las furias áticas. Fue vergonzoso. A mí, vaya por delante, no me convencía su política, pero ya venía de vuelta convencido de que una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Pasé del asunto porque, como pudo muy bien decir Cicerón, para qué preocuparnos por medios días habiendo días enteros.

A Paulino le dieron, ya saben, hasta en el carné de identidad. Incluso le contaban los días que pasaba en Gran Canaria. Era lógico que Clavijo procurara no tropezar en la misma piedra, pero, al no estar en condiciones de evitarlo, le sobrevino un que ni para alante ni para atrás encasquillado en la acepción coloquial cubana de “acoquinarse”. Le han sugerido que se adelante a una posible censura presentando él una cuestión de confianza pero, a lo que se ve, teme que los dejen en palanca los diputados de su propio partido que, al decir de las bífidas lenguas, está partido y bien partido.

La conferencia de presidentes y un libro

Si hablando se entiende la gente cabe esperar que la conferencia de presidentes autonómicos para llorarle a Rajoy sirva de algo. Yo no lo creo pero, en fin, no quiero descartar la posibilidad de que del encuentro se obtenga algún provecho; por ejemplo, que se extienda la idea de la necesidad de reformar el Senado y convertirlo en una cámara útil para las cuestiones autonómicas. Esta conferencia no se celebraba desde hacía tiempo y entre las informaciones que circulan figuran las críticas al dumping fiscal que practica Madrid, donde se rebajan impuestos en cuantías que las otras comunidades no pueden permitirse para atraer sedes de empresas. Así, las que obtienen en beneficios en otras comunidades los redondean cotizando a Hacienda en Madrid a unos tipos más bajos. Lo que estaba haciendo Irlanda o Luxemburgo; y que seguirán haciendo, imagino hasta que la UE mande parar, aunque no esté para esos trotes.

Situaciones como éstas explican la resistencia del Gobierno a reformar el Senado: la comunidades tendrían un ámbito donde debatir, articular protestas y elaborar propuestas conjuntas con que incomodar al Gobierno en lugar de ir cada una por separado con sus problemas y reivindicaciones. Hacía varios años que no se convocaba esta conferencia en la que, como digo, surgieron cuestiones que el Gobierno deberá atender para hacerse creíble. Se entiende no menos que la resistencia a reformar el Senado la demora en la convocatoria de estas conferencias. No es difícil adivinar que sólo por esa vía es posible generar los lazos de solidaridad y entendimiento entre los territorios y las sensibilidades identitarias en aras de acabar de una maldita vez con el problema secular de la organización del territorio del Estado.

Como saben, el lendakari Iñigo Urkullu y el president catalán Carles Puigdemont no asistieron a la cita. Se ha comentado la razón y la oportunidad de semejante actitud con la habitual “amabilidad” y “comprensión” sin conceder nada a la razón que les asiste para acabar con el café para todos que es el Estado de las Autonomías. Guste o no, Euskadi y Cataluña están en un grado distinto de su desarrollo político e institucional que les impide encajar en el índice de asuntos previsto para la conferencia. Podrá estarse de acuerdo o no pero hay mucha gente que suscribe esos enunciados y es esa la realidad con la que hay que lidiar.

Tiene que ver, pues, la actitud de los presidentes vasco y catalán con su manera de percibir la maduración de sus comunidades, proceso en el que el mayor problema es la manera torpe de afrontar el fenómeno el Gobierno central español con un concepto granítico de unidad de España. Burro viejo no aprende idiomas y tengo pocas esperanzas de ver resuelta la cuestión territorial. Creo que, salvo que el Gobierno central se ponga las pilas, Cataluña acabará separada de España con la disconformidad de un montón de catalanes que no culparán sólo a los secesionistas sino a la intransigencia del nacionalismo español.

Alegaron Urkullu y Puigdemont, como digo, que a sus casos, sus necesidades, reivindicaciones y demás poco o nada iba a aportar la conferencia y pidieron la celebración de encuentros y negociaciones bilaterales. Que es adonde quería llegar porque Canarias también tiene cuestiones muy específicas, que no concurren en las demás comunidades y que deberían tener tratamiento singularizado, el que ya tuvieron en otros momentos históricos. No es que seamos en Canarias más o menos sino que vivimos en unas circunstancias diferentes que históricamente fueron contempladas y que los gobiernos españoles se han pasado por el forro con la complicidad de la ignorancia o el papanatismo de quienes nos representan ante el Estado.

Este es asunto al que se han referido con frecuencia numerosos especialistas con sus distintos enfoques y en materia de divulgación no sé cuantos artículos periodísticos tengo archivados sin que recuerde, ahora mismo, a ningún político canario de los últimos cuarenta años que se haya ocupado de la defensa de las especificidades isleñas que han ido cayendo una detrás de otra. Como mucho, se las menciona para hacer bonito en los discursos.

Viene esto a cuento no de esa reunión o conferencia de presidentes autonómicos sino del nuevo libro del abogado y publicista Normando Moreno titulado Los derechos históricos fiscales canarios. Crónica inconclusa de un conflicto. Arranca el trabajo de una anécdota del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que, tras referirse a los buenos resultados de los regímenes tributarios vasco y navarro en términos de bienestar social y buena marcha económica, recordó elogiosamente que los mayores de ambas comunidades “han sabido defender muy bien sus derechos históricos”. Lo que no puede decirse de los políticos canarios que no lo han hecho no sabemos si por incuria, ignorancia o cosas por el estilo.

No entraré demasiado en los detalles de la obra de Normando Moreno, aunque no quiero pasar por alto que mientras el Tribunal Constitucional blindó los regímenes vasco y navarro, pasó del REF canario, pues, asegura el autor, “ha dado a entender, en su sentencia 62/2003, que tiene un carácter finalista y que puede llegar a desaparecer cuando los niveles de riqueza se igualen con los de otros territorios”. Como apostilla recuerda, en nota a pie de página, que al Constitucional le resultó irrelevante que el Estatuto de Autonomía canario, en su artículo 46.2 fije como motivo de la existencia del REF la necesidad de “paliar las características estructurales permanentes que dificultan su desarrollo” (el canario, claro está). Son estas, entre otras, la lejanía, la fragmentación, la escasez de recursos naturales, etcétera, a los que añade Moreno la falta “de líderes canarios –en el pasado y en el presente- que hayan defendido con ahínco su causa –muy probablemente por desconocimiento, cuando no por indolencia”. Y ya que tanto nos dicen que los canarios no pagamos impuestos, el libro apunta que empleamos entre 180 y 184 días de sueldo para pagar impuestos de todo tipo si se es trabajador por cuenta ajena, “pero si además se realizan actividades empresariales o se es propietario de inmuebles –aunque no renten- se puede estar destinando lo que se gane en siete meses, o más, a pagar impuestos”.

No tengo noticia alguna de que estas situaciones hayan movido a los políticos isleños a mover un dedo en reivindicación de derechos históricos que nos corresponden. Hay que remontarse muy atrás en el tiempo para encontrar a hombres como Pedro Agustín del Castillo y Alonso de Nava, a los que cita Moreno como luchadores que reivindicaron los derechos reconocidos al territorio canario. Añadiría el nombre de Bravo Murillo y su exposición de motivos en la ley de Puertos Francos de 1852; por más que recuerdo haber leído en algún lugar que el verdadero autor del texto, un clásico de la literatura económica, fue Cristóbal del Castillo Manrique de Lara, que fuera diputado a Cortes en varias legislaturas, precisamente por el partido del mismo Bravo Murillo sobre el que se dijo influyó para que decretara las franquicias. Fue de los precursores del Puerto de La Luz y como alcalde de Las Palmas acometió grandes reformas y donó los solares del hoy Parque de San Telmo. Los puertos francos vinieron a ser desde nuestra perspectiva la culminación de los derechos históricos de Canarias adquiridos ya con la primera administración castellana.

Podría señalar que la democracia no ha sido sino una sucesión de dejaciones y renuncias por parte de políticos bastante papanatas que no han creído nunca en Canarias y optaron por no incordiar a sus jefes de fila estatales para ganar puntos. Recuerden que cedieron a la mera indicación matritense de que el Estatuto canario no se sometiera a referéndum; por no hablar de la cobardía que demostraron cuando la entrada en la UE y aceptaron todo lo que impuso el Gobierno español sin rechistar. Aunque la mayoría de los casos son de pura ignorancia. Alguna explicación ha de tener que sigan riéndole la gracias a Albert Rivera después de solicitar la eliminación total de los regímenes especiales, incluido el canario. Ciudadanos de aquí salió al paso asegurando que no se refería al REF, sin más comentario ni explicaciones por parte de un personaje que se pasa media vida exigiéndolas y la otra clamando al Gobierno para que pida perdón. Lo cierto es que sigue hablándose de meter ayudas como las bonificaciones, la generación de energía eléctrica, las necesidades hidráulicas en los presupuestos. Como si fueran ayudas graciables que pueden eliminarse si el Gobierno lo estima necesario o simplemente le apetece. Como si la lejanía, la fragmentación en islas, la falta o la escasez de recursos naturales, etcétera, no fueran desventajas permanentes a las que debe atenderse de acuerdo con el principio de igualdad.

Es cierto que Fernando Clavijo aludió a estos extremos en el marco de la conferencia de presidentes y en el tono con que lo han hecho casi todos, como un futurible que se queda en unas declaraciones. Habrá que esperar a ver. Si le dan tiempo, claro, que los veo yo muy desinquietos.

 

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