Todavía no ha tomado posesión la primera alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria y ya sabemos de algunas órdenes que han empezado a ejecutarse. La primera de ellas tiene mucho que ver con el mundo de la cultura, concretamente con el patrocinio, en forma de unos cuantos kiletes, cercanos a los cien de antes, para una gran pieza polifónica que se estrenará en los próximos meses con rango de acontecimiento mundial. Nada que objetar, entendemos, que la política cultural la marcan los que tienen la llave de la caja y las ganas de agradar que quieran tener. Sobre todo si se trata de agradar a aquellos tertulianos que de modo tan cortés y generoso se han portado durante la campaña electoral, tanto personificándose en el Edificio Miller cuando fue menester prestar presencia, como sumándose con jolgorio al coro mediático favorable a la entronización femenina. Al fin y al cabo, qué poco cuesta hacer feliz al gallo si ya era feliz antes del estreno.