En lo que degustan el canadiense ese que ha ganado el premio al mejor queso del mundo, no dejen de oler el tufillo que ha dejado por todo el Auditorio Alfredo Kraus los constantes desplantes del Ejecutivo autónomo a la ganadería de Gran Canaria. Debe ser que les corta la digestión el trabajo del consejero insular Demetrio Suárez, deshaciendo los desastres de la etapa de Soria desde que el zeñorito vendiera Sialsa, pero lo cierto es que el rastro de discriminación que deja el Gobierno con respecto a Gran Canaria atufa lo suyo. Desde la primera rueda de prensa en la que se evitaba mencionar la cabaña caprina de la isla, la mayor de todo el Archipiélago, hasta la propia promoción del evento con inserciones publicitarias en revista nacionales, en las que figuraban quesos de todas las islas menos de la redonda, la indignación de los ganaderos grancanarios ha ido a más. Y la gota que colmó el vaso se sirvió la noche del jueves en copas de vino: durante la cena en el Hotel Santa Catalina, caldos de Tenerife, a pesar de que una bodega de Gran Canaria, Higuera Mayor, regalara para el evento un porrón de botellas. Como para que Soria levante otra vez la bandera, oiga.