Reducir de manera tan pueblerina el asunto de la Red Transeuropea a un puro pleito interinsular nos vuelve a colocar a la altura que nos merecemos, como europeos de tercera categoría que miramos al dedo cuando los demás apuntan a la luna. No tiene ningún recorrido ante las autoridades comunitarias irles con la mamarrachada de siempre de que Gran Canaria se lo quiere comer todo mientras que a Tenerife solo le quedan las migajas, porque a cualquiera de Bruselas que se le ocurra revisar la ficha financiera de inversiones sacará, en primera instancia, el puerto de Granadilla y terminará con cualquiera de las inversiones comunitarias que en esa y en todas las Islas Canarias se han realizado desde que España ingreso en la Unión Europea en 1986. Las autoridades tinerfeñas que lideran esa cruzada contra la pérdida Tamarán, jaleadas por acrisolados insularistas con una miopía política y cultural tan anacrónica como inútil, están entreteniendo al personal con los puertos mientras libran la batalla de los aeropuertos, y una vez más vuelven a equivocarse al ir por su puñetera cuenta creyendo que bastará con presentar los dos aeródromos tinerfeños como uno solo con dos terminales. Teniendo como tiene Canarias ágiles y activos europarlamentarios bien harían todas las autoridades competentes en la materia (y perdón por lo de competentes) en coordinar esfuerzos y, dado que ninguna de las dos islas capitalinas suma créditos suficientes para que cualquiera de sus aeropuertos entre en la Red, presentar los de Tenerife y el de Gran Canaria como uno solo y explicar a Bruselas aquello de la insularidad, le lejanía y la situación geoestratégica y de seguridad, y tal y cual. Y dejarse ya de machangadas insularistas y pleitistas que retratan a cada cual con la caspa que se quiera colocar sobre los hombros.