Espacio de opinión de Canarias Ahora
El asirocamiento
Eso dicen los números. En el plano subjetivo, me siento satisfecho. No por la militancia psocialista que me atribuyen quienes no ven más allá sino porque era asunto de vida o muerte para Gran Canaria no tanto la derrota del PP como echar a Soria. Que se vaya de vicepresidente del Gobierno, lo que dábamos por hecho antes de las elecciones, importa menos. Y está muy bien que López Aguilar no accediera a la presidencia pagando peaje a ATI-CC, lo que también descartábamos y escrito está. En este momento preciso hay que elegir bien las compañías para no confundir al electorado.El resultado de las elecciones es alentador, pues. No porque las hayan ganado los psocialistas sino por algo mucho más importante: el panorama político se ha clarificado con el agrupamiento de la derecha y una definición nítida del centro izquierda. Con la guinda de NC y otros que ponen de nuevo en entredicho un sistema electoral que tiró a la basura los votos de 150.000 canarios. No creo que sea para sentirse rascado, todo lo contrario. Ayer tomó posesión del Cabildo José Miguel Pérez. Y el asirocado ático de guardia, que no se entera, quiso contraponer la idea del nuevo presidente insular de que el Estatuto de Autonomía da margen para hacer de la corporación el auténtico Gobierno de la isla al ultracanarionismo de su invención; cortita, por cierto.Quienes conocemos de viejo a Pérez sabíamos de esa idea suya y precisamente por eso lo apoyamos. Porque aunque el Estatuto no contemplara las tradiciones autonomistas, según les tengo dicho, sería disparatado que un gobernante en ejercicio, como lo es ahora Pérez, ignorara la realidad ineludible del marco estatutario sin apurar sus posibilidades y acercarnos por esa vía al espíritu autonomista de 1912. Los problemas le vendrán cuando ponga manos a la obra y aplique su tesis de los contrapoderes que significa, lisa y llanamente, pararle las patas al Gobierno regional. Ese día lo ingresarán en la Orden de los ultracanariones isloteñistas al servicio del Sanedrín de Vegueta. El que avisa no es traidor sino avisador.
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