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El atentado contra Benazir Bhutto

Rafael Morales / Rafael Morales

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El Gobierno señaló a los talibanes o a sus amigos de Al Qaeda como responsables de la carnicería. Pero Baitullah Mehsud, el comandante talibán que amenazó de muerte a Bhutto, negó a la agencia Reuters cualquier participación en el atentado. Por su parte, la ex primera ministra indicó que los organizadores del ataque están escondidos en los servicios secretos de Islamabad. Independientemente del nombre de los terroristas en este caso, la intención podría consistir en evitar que la alianza momentánea entre Musharraf y Bhutto, bajo la tutela de Washington, conduzca a un Gobierno pro occidental y anti islamista tras las elecciones previstas para el próximo mes de enero. O quizás acabar con la misma convocatoria.

Los recambios dan para poca cosa desde el punto de vista democrático. El mismo Musharraf viola el artículo 63 de la Constitución, al ostentar simultáneamente los cargos de jefe de Gobierno y jefe del Ejército. Otro aspirante, el ex primer ministro Hawaz Sharif, aceptó el exilio en diciembre de 2000 para escapar a la sentencia de cadena perpetua por corrupción y traición. Ahora pretende el regreso, aunque los tribunales le reclaman más de 30 millones de dólares por fraude, lavado de dinero y apropiación indebida. Sharif también aspira a presentarse como candidato en las próximas elecciones. Exige el mismo tratamiento dado a Benazir Bhutto.

Porque a Bhutto le suspendieron la aplicación de la condena por corrupción y le facilitaron la vuelta a casa. Negocia con Musharraf la devolución de sus cuentas bancarias congeladas por valor de 1.500 millones de dólares y un cambio constitucional que le permita un tercer mandato. Gobernó de 1988 a 1990 y de 1993 a 1996, lo suficiente como para que ella y su marido Asif Zardari (lo llamaban “el señor 10%”) amasaran una fortuna grosera en un país muy pobre. Durante las negociaciones entre Washington e Islamabad, Bhutto se ofreció como el relevo paquistaní de la lucha contra el terrorismo, llegando al extremo de apoyar a Musharraf durante el ataque contra la Mezquita Roja de Islamabad, principio de una serie de atentados. Bhutto se presentó además como la esperanza de la democracia, tantas veces abortada por los militares durante los sesenta años de vida de Pakistán.

Mientras Estados Unidos mueve sus peones sobre un Pakistán de papel, ¿qué sucede con los ciudadanos de aquel país, bastante más alejados de conspiraciones políticas o terroristas de lo que parece desde Occidente? El 74% de los 165 millones de paquistaníes vive con menos de 1,5 euros diarios. Los trabajadores, los únicos que pagan impuestos, vieron deterioradas sus precarias condiciones de vida durante la gestión de Musharraf. Casi la mitad de la población padece analfabetismo. Las escuelas que más funcionan están administradas por los islamistas. Tres millones y medio de niños menores de 14 años trabajan la jornada completa como cualquier adulto. Los ciudadanos requieren trabajo, agua potable, electricidad, educación, médicos. Cuando un grupo de jóvenes recurra a la violencia, desesperanzado ante un futuro miserable, siempre aparecerá algún tolete sin el menor sentido del ridículo que lo explicará como un choque de civilizaciones, como una conspiración islamista contra los valores occidentales. ¡Qué cosas!

Rafael Morales

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