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Murió Suharto, otro hijo de Kissinger

Rafael Morales / Rafael Morales

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Ahmed Sukarno proclamó la independencia de Indonesia en 1949, convirtiéndose en su primer presidente. Impulsó una política nacionalista y llegó a ejercer como portavoz del entonces llamado tercer mundo en los foros internacionales. Nacionalizó los bienes de las compañías petroleras estadounidenses, por ejemplo. Washington empezó a preocuparse por el rumbo de Indonesia a mediados de los años sesenta, ya metido hasta el cuello en Vietnam. Suharto, al frente del ejército, sofocó en 1965 una supuesta conspiración comunista y desató una de las mayores persecuciones políticas del siglo XX en cuanto al número de víctimas mortales. Después apartó a Sukarno del poder. En 1968 se proclamó jefe del Estado, estableciendo una dictadura brutal con el amparo de Occidente. El asesinato selectivo de miles de líderes políticos fue posible gracias a las listas negras entregadas por la embajada estadounidense en Yakarta al general Suharto. Indonesia se convirtió así en una de las víctimas de la Guerra Fría y en baluarte asiático para los estrategas gringos.

Además de imponer por la fuerza el nuevo orden político y económico, liquidar los sindicatos y establecer la censura, Suharto fue un buen padre de familia. Entregó a su mujer y a sus seis hijos “centrales eléctricas, aviones, empresas constructoras, líneas de transporte terrestre y fluvial, bancos, negocios pesqueros y la totalidad de la industria automotriz (diario Clarín de Buenos Aires)”. Su mujer, Tien, encabezó todas las corruptelas. Cualquier empresa que intentara instalarse en Indonesia debía entregarle a la jefa del clan el 10% del valor de la inversión prevista. La acumulación familiar osciló entre los 15.000 y los 30.000 millones de dólares a finales de los años noventa. A Suharto debe reconocérsele otro genocidio. Cuando consultó a Henry Kissinger sobre la conveniencia de invadir Timor Este en 1975, el gringo le aconsejó que “lo hiciera ”rápido“. Su ejército protagonizó una ocupación salvaje tras la salida de las tropas portuguesas, asesinando unas 200.000 personas, un tercio de la población local.

Suharto contó con el apoyo incondicional de Occidente, incluso después del caos financiero de 1997 y la crisis económica que le acompañó. Las manifestaciones en su contra, a pesar de la represión desatada contra los ciudadanos en la primavera de 1998, acabaron con su largo reinado. El clan familiar permaneció intacto con sus riquezas robadas a la nación. Sacrosanta propiedad privada. Jeffrey Winters, profesor adjunto de economía política en la Universidad Northwestern, despidió así al dictador: “Cuando Indonesia finalmente mire su pasado y reorganice su historia, se percatará de que Suharto es responsable de algunos de los peores crímenes contra la humanidad cometidos en el siglo XX”. Algunos intentan pasar esta página y olvidar los crímenes de Suharto/Kissinger. También quieren matar esta memoria histórica.

Rafael Morales

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