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El ciudadano Monroy, por Juan Manuel Brito

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Que un escritor como Alexis Ravelo llene una sala el día de la presentación de su novela no es de extrañar. Un centenar de personas de todas las edades, nos encontramos el pasado miércoles 5 de diciembre, esperando ver si por allí aparecía Eladio Monroy (que viendo tanto revuelo seguramente desechó la idea al llegar al Museo Domingo Rivero) y para arropar a uno de los escritores canarios con mayor número de lectores en la actualidad, lo que se confirma por las ventas de sus novelas, y muy particularmente por el éxito de la serie que protagoniza Eladio Monroy.

Pero Alexis Ravelo no es un escritor de moda. O por los menos no pretende serlo. Estar a la moda, ser portador de moda, irradiar moda y vivir la moda son formas desplegadas de un mismo proceso. La especificidad de la moda es constituir una estética de lo efímero. Su estructura gaseosa se disuelve en los lugares comunes, y -no sé si estarán de acuerdo conmigo- detrás de muchoa literatura hay mucha moda.

En el mundo de la cultura y la creación intelectual las modas han ocupado un lugar predominante en la actividad del escritor, el periodista, el científico social o el analista político. Las producciones intelectuales se convierten en gran cantidad de ocasiones en productos de ida y vuelta y en visiones de usar y tirar. Cada cierto tiempo emergen los autores de moda, a veces, con un lenguaje fácil, que no es lo mismo que un lenguaje claro y comprensible, y otras veces con un lenguaje confuso y críptico que los consumidores de moda terminan elogiando precisamente por su incomprensión y su barroquismo. En la mayoría de esos escritos de moda, algunas viejas ideas puestas patas arriba, maquilladas y rejuvenecidas, por repetición ganan terreno y se convierten en objeto de veneración. Como parte de la moda, sus creadores gozan de un tiempo de fama, se convierten en gurús y avanzadilla, ganando terreno así el pensamiento políticamente correcto. Sin embargo, nada de esto encontramos en la obra y la actitud intelectual de Alexis Ravelo, quien sin duda conforma junto a otros escritores e intelectuales canarios actuales un grupo que pasará a la historia, aportando nuevos elementos y reinterpretando otros, de nuestra tradición literaria.

Porque lo que se vio el miércoles en la presentación de Morir despacio, no se explica sólo por el hecho de que Alexis Ravelo escriba buenas novelas, sino más bien por el hecho de que sus lectores vemos en él un intelectual cercano, amable, modesto, que es capaz de exponer sus argumentos de manera sólida y consistente, una persona transparente, vitalista, sin censura, sin prejuicios, que mantiene una actitud ética y moral con la vida, con la literatura y con estas islas en las que nos ha tocado vivir, huyendo del victimismo, del aislamiento y de los complejos heredados. En conexión con esa idea de Domingo Pérez Minik de alzarse contra la encorsetada existencia del insular. Que un escritor como Alexis Ravelo te invite a presentar su novela sólo puede agradecerse por mi parte.

La cuarta entrega de Eladio Monroy, se mantiene fiel a la serie y no defrauda en absoluto. Fiel a su estilo de novela negra, Morir despacio es un cóctel de suspense, racionalización, reducción de la complejidad y reproducción objetiva de lo cotidiano como algo inmediatamente asequible a la percepción de los lectores. Eladio Monroy, ese personaje escéptico con altas dosis de desconfianza hacia la sociedad y sus instituciones, que actúa desde su posición moral -que no moralista-nos sirve de vehículo para moverse fácilmente por toda una serie de espacios que nos dan una visión amplia de la sociedad insular, a partir de una descripción crítica de lo cotidiano.

Y lo cotidiano en esta novela es el espacio. La geografía social de esta ciudad y de la isla. En este sentido, Morir despacio -y toda la serie de Eladio Monroy- es una obra localizada, pero no localista o insularista, que conecta con las realidades globales del mundo actual. El espacio que nos presenta Alexis Ravelo, es mucho más que un escenario estático o nostálgico de una ciudad-isla, para utilizarlo como un ente orgánico, que responde a una realidad social y económica, a una realidad política también, y sobre todo, a una realidad marcada por las relaciones verticales de poder que se dan en nuestra sociedad canaria, que no son muy diferentes de las que se dan en otras sociedades. Y esto conecta con la otra dimensión de lo cotidiano, con su dimensión temporal, que en este caso es el tiempo presente, marcado por las políticas de recortes, la crisis social y económica, pero también por la protesta social y la acción ciudadana.

Como intuyo que es por esto por lo que Alexis Ravelo me invitó a participar en esta presentación, permítanme que les haga muy rápidamente algunas reflexiones al respecto, en relación a cuestiones que aparecen muy claramente reflejadas en Morir despacio, no como telón de fondo, sino como parte esencial, en la medida que en la novela estas cuestiones conforman lo cotidiano, algo claramente reconocible e identificable por los lectores, pero con un tono crítico y directo.

La crisis económica, el desempleo, la crisis de los pequeños comercios, la situación de las personas dependientes, las reformas laborales? Todo esto aparece en el libro. Pero, sobre todo, lo que viene a denunciar muy claramente Morir despacio, es un asunto de enorme gravedad: la vinculación de los poderes económicos y políticos, como uno de los principales problemas de nuestra democracia, si es que se le puede seguir llamando así sin ruborizarnos aunque sea un poco. La interrelación estrecha entre políticos y negocios, que se traduce en la capacidad para que desde lo público se favorezcan determinados intereses empresariales, a costa de otros intereses que afectan a amplios sectores de la población. Y enlazado con todo esto aparecen la financiación de los partidos políticos y de las campañas electorales, y la corrupción política y social, que hace que algunos empresarios actúen impunemente e ilegalmente sin que por ello, en demasiadas ocasiones, reciban castigo justo alguno.

Todos estos asuntos son de difícil demostración, porque, obviamente, no se mueven en un terreno claro y transparente, no existen estadísticas ni indicadores, pero sí indicios, referencias y situaciones que hacen que en la actualidad todos seamos conscientes de que esta estrecha vinculación sea un hecho poco discutible, y forme parte desgraciadamente de lo cotidiano.

Partiendo del caso de un empresario ficticio canario, sin estudios, pero hecho así mismo, dueño de una gran empresa de seguridad ?que tanto vigila edificios públicos como gestiona los comedores escolares de nuestros hijos-, que tiene muy buenas relaciones con todas las opciones políticas con peso en las instituciones, y sobre todo que mantiene un estrecho vínculo con cierto político en Madrid, que es impune a la ley y que es capaz de hacerse una piscina privada en su chalé de Tafira por donde pasaba un Camino real, Morir despacio no hace sino reflejar críticamente lo que ya es un hecho consumado en Canarias, llegando a convertirse en un problema central de nuestra democracia y de la política canaria actual. Y es que la estrecha vinculación entre los grandes partidos canarios con representación institucional y los grandes empresarios han conformado un establishment que comparte intereses y se retroalimenta. En estas islas en que vivimos, los políticos de estos grandes partidos cuando son elegidos se reúnen en público con los grandes empresarios en las sedes de algún periódico para celebrar la elección. Una auténtica ceremonia de coronación en la que participan los líderes de los partidos políticos de poder, los grandes empresarios y los dueños y directores de los medios de comunicación de masas.

Sea motivo de delito o no, en Canarias es habitual que algunos políticos se vayan de viaje con grandes empresarios o invitados por multinacionales, que están inmersas en concursos públicos: ya sea a Nueva York a ver hoteles, a Noruega a pescar salmones o a Alemania a ver tecnología punta para trenes de alta velocidad. También es algo habitual que los grandes empresarios llamen al presidente autonómico directamente para que acelere “lo suyo”, y que en los meses de verano algunos políticos y algunos jueces acudan a las fiestas de los empresarios en casas de lujo y se publiquen fotos en la prensa rosa local?

El otro asunto que aparece también en Morir despacio como parte de lo cotidiano, es el hecho de que la protesta social se ha extendido y se ha intensificado. En nuestra sociedad se ha producido una normalización de la protesta, de tal forma que ésta es parte de lo cotidiano en nuestra sociedad. Hay un dato muy significativo en este sentido: en 1980 el 20% de la población había participado alguna vez en su vida en una manifestación, en 2008 éramos ya un 50%, algo que previsiblemente ha ido en aumento en los últimos tres años. Esta extensión de la protesta social, de esto que se ha llamado la indignación, aparece representado como parte de lo cotidiano también en esta novela, cuando Eladio Monroy planea, no sin cierto distanciamiento y escepticismo, quedar con su hija en acudir a una manifestación. Y aparece como algo normalizado, sin dramatismo, como parte de una cultura política que se está construyendo y que veremos hasta dónde avanza.

Y es en este sentido, en el que quiero destacar el aspecto más relevante de lo que está ocurriendo en estos momentos, y del que Eladio Monroy como claro reflejo de la cotidianeidad también vive. Y es que en Morir despacio, Eladio Monroy pasa de ser el individuo que actúa desde su posición moral, que sirve de vehículo para la denuncia de los males de esta sociedad, a convertirse en el ciudadano Monroy, que desde su autonomía moral, decide libremente tomar partido y participar activamente junto a otras personas iguales como parte de la solución de los problemas que nos afectan y que son de hondo calado democrático. Así, Eladio Monroy se presenta como un ejemplo del proceso de individualización de la política actual, que genera ciudadanos más críticos, cuya implicación y participación política y social no esté determinada por su adscripción con una opción política o por su posición social, sino por las actitudes individuales sobre temas políticos de interés, lo que en última instancia hace referencia a la autonomía moral de las personas.

En definitiva, que en Morir despacio, podrán encontrar nuevamente la buena literatura ágil, directa, entretenida, enigmática que hace que no dejes el capítulo siguiente para mañana, de Alexis Ravelo, también una obra sin censura, que aborda directa y críticamente las cuestiones sociales, pero sobre todo nos encontraremos con Eladio Monroy, íntegro, desconfiado, escéptico, cínico por momentos, ahora también al ciudadano Monroy, un tipo que podemos encontrar en cualquier manifestación.

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