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Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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Cuando se conoció la sentencia, la derecha ultramontana, incluso la antimonárquica, arremetió sin contemplación contra el líder batasuno, ahora en la cárcel. Algún tertuliano de esas televisiones cavernarias y retrógadas llegó incluso a pasarse la sentencia por el escroto, según dijo textualmente un personaje que se vanagloria de ser buen católico, hijo de un falangista y un excelso caballero, de esos que ceden a las damas el asiento y se levantan del suyo cuando ellas entran en la sala.

Este personaje, conocido por insultar a una consejera de la Generalitat catalana en el mismo programa televisivo, no se limitó a discrepar del fallo del tribunal europeo. Lo puso de chupa de dómine.

Este cavernícola antediluviano, ridiculizó al tribunal porque algunos de sus miembros proceden de países pequeños y pobres de la Unión Europea y no de la España imperial al que él cree pertenecer todavía, aquella en la que en sus territorios nunca se ponía el sol.

Pues bien, quién le iba a decir a este soplagaitas que sólo dos días después de sus descalificaciones al tribunal, esa misma institución europea fallaba que los crucifijos en los colegios públicos no contradecían la laicidad y aconfesionalidad del Estado italiano.

En esta ocasión el hombre se sumó al alborozo de Berlusconi y el Vaticano gritando a todos los vientos la impecabilidad de la sentencia. En ningún momento recordó que esos mismos magistrados habían fallado dos días antes a favor de Otegui y su libertad de expresión.

Es lo que tiene la democracia, que tolera todas las opiniones, incluso la de los terroristas y los fascistas. Claro que para gente como él la democracia es un concepto raro que aún no ha logrado digerir.

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