Pero, el mundo da muchas vueltas, la tecnología ni les cuento y, para colmo los escritores y guionistas de ciencia-ficción suelen dar ideas al personal investigador. Son varias las películas –recuerdo una especialmente, Desafío total- en las que se muestran, en aeropuertos y dependencias oficiales, unas pantallas de rayos X que son utilizados para comprobar el material, los objetos que los visitantes o pasajeros llevan encima. En la peli que les cuento, la gente pasaba por detrás de esas mamparas caminando y se veían sus esqueletos en movimiento, mientras unos funcionarios –policiales, claro- los examinaban atenta y escrupulosamente. ¿Fantasía?... Pues, no. Como casi siempre, la realidad supera a la imaginación. Y, ahora, resulta que los temores de aquellos primeros usuarios acerca de la capacidad de desvestirnos de los rayos X ya no nos pueden parecer ridículos. En un aeropuerto de Estados Unidos se ha empezado a probar una máquina de control –Backscaner- se llama el inquietante artilugio que despelota, como quien dice, a los pasajeros. Un paso más en la lucha contra el terrorismo (y contra la droga, añaden) y un nuevo paso atrás en la defensa de las libertades individuales y de la intimidad del ciudadano del mundo presuntamente libre. Si ya era molesto todo el proceso de control, cada vez más complejo y hasta humillante, al que nos vemos sometidos los usuarios de los aeropuertos, y si ya producía cierta zozobra saber que, dentro de poco, nos fueran a tomar las huellas digitales o hacernos mirar por un aparatejo que registra nuestro iris, para viajar en avión, la posibilidad de que, en un plazo más corto que largo, y para más inri, nos desnuden gracias a unos nuevos rayos que no son X, sino E (de escrutadores) o V (de voyeurismo), debería ponernos de los nervios e indignarnos, si no estuviésemos ya demasiado amansados y acostumbrados a admitir sin rechistar ese tipo de medidas abusivamente policiales. Qué remedio, ¿no? Dirá el lector, tal vez, que me ocupo demasiado de estos asuntos, pero es que me sublevan y creo deberían sublevarnos a todos. De momento, varias asociaciones norteamericanas defensoras de los derechos civiles han protestado por la implantación –de momento provisional- de la backscaner en los controles aeroportuarios. Temen que, además de constituir un agravio y una intromisión en la intimidad anatómica del pasajero, las imágenes obtenidas por la máquina puedan ser utilizadas con fines erótico-comerciales en Internet. Vaya por Dios. Los responsables del invento ofrecen toda clase de garantías, sin embargo, y aseguran que los genitales serán borrados por el artefacto, que las imágenes se destruirán y que los agentes que las contemplen estarán especializados y serán de confianza. A lo peor, esas explicaciones tranquilizan a alguien. A mí, no. A mí me joroba todavía más que, encima de despelotarme tecnológicamente, me borren los cojones. ¡Manda ídem! José H. Chela