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La indignidad

José H. Chela / José H. Chela

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Pero hay momentos en los que ni con la mejor voluntad del mundo y ni con el más amplio y cachazudo sentido del humor, se pueden encarar determinados asuntos con una sonrisa en el teclado ni mostrarse bienhumorados y cachondos ante concretas y lamentables actitudes.

Cualquier arma no vale, no es admisible, en una campaña electoral. Los principales partidos en la lucha por las urnas, el PP y el PSOE, se han cansado de proclamar, por ejemplo, que el terrorismo no debe ser un argumento en la búsqueda desesperada de votos (otra cosa es que se contradigan). Hay razones de Estado para ello, pero también hay motivos que guardan relación con la sensibilidad, con el dolor de las víctimas, con la memoria de los muertos. Utilizar políticamente los sentimientos, la memoria y el dolor de las gentes, es indigno. Y, en eso, estamos de acuerdo todos. O deberíamos estarlo.

Deberíamos. Aunque, obviamente, José Manuel Soria no lo esté. La angustia, los recuerdos, las pesadillas y el sufrimiento de las víctimas del terrorismo son distintos, al parecer y en opinión del líder archipielágico del PP, de los sufrimientos, pesadillas y recuerdos de los padres y familiares de los niños desaparecidos en las Islas. Si no, resulta inexplicable la indignidad electoralista que supone por parte de Soria tratar de rentabilizar electoralmente esas tragedias humanas, responsabilizando a la política de seguridad de Zapatero del secuestro y las violaciones ?don José Manuel lo da por hecho? de Sara Morales y de Yeremi, los críos grancanarios que llevan tanto tiempo desaparecidos y cuya suerte a todos nos acongoja. A los socialistas también, por supuesto. ¿O alguien dice que no? La indignidad de esta acusación gratuita (¿hay algún gobierno en algún país del mundo que pueda poner un agente de policía al lado de cada niño, como si fuese un ángel de la guarda, para evitar este tipo de sucesos?) habrá causado estupor y auténticas nauseas incluso en muchos correligionarios del señor Soria. Estoy seguro. Lo menos que se puede esperar ante tamaña aberración moral y política es una disculpa. Que no llegará, me atrevo a barruntar.

José H. Chela

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