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Hablemos de lucha de clases

José A. Alemán / José A. Alemán

Por supuesto que las huelgas y movilizaciones no remedian nada de ahora para después, pero es significativo que Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea y responsable de Asuntos Económicos, compareciera a mitad de la jornada de protesta para anunciar que la Comisión acepta que España no adopte más ajustes en 2012 y 2013 y que en febrero estudiará la rebaja de los objetivos de déficit. La temperatura de la calle, no solo de la española, le consiguió una prórroga a Rajoy, miren por donde; como la movida de los desahucios le obligó a ocuparse del asunto aunque solo fuera para parchearlo.

Por otro lado, se asegura que la movida del miércoles pasado costó al país al país 4.000 millones de euros. Una afirmación que me hace lamentar mis carencias aritméticas, debidas a aquel plan de estudios que redujo los conocimientos numéricos de los de Letras a las manecillas del reloj. Por eso no sé si es correcto multiplicar esos 4.000 millones por el número de días trabajados, sin huelga, y deducir del resultado un crecimiento económico considerable y un PIB del carajo.

Tiré de archivo en busca de indicios que confirmaran la tesis de que estamos forrados sin encontrar ninguno. Pero me tropecé con el financiero estadounidense, Warren Buffet: “Esto es la lucha de clases, y la mía, la de los ricos, la está ganando”, aseguró el hombre recurriendo a un viejo concepto que la clase dominante (los ricos) ha enterrado. Nadie habla ya de semejante antigualla y ocurre que la oligarquía dominante, a la que pertenecen los bancos, aumenta sus beneficios con la crisis y las grandes compañías (menos del 1% del total de empresas españolas) concentran el 70% del fraude fiscal, pero está mal visto (pasado de moda) que las clases medias y trabajadores se rebelen, hartas de pagar las facturas del desastre. Hablan de reinventar el capitalismo, pero creo que ya lo han hecho con unas connotaciones de ferocidad que legitiman a los machacados a tomarse el asunto en clave de eso, de lucha de clases. No hay dinero para Sanidad y la Enseñanza, se maltrata al funcionariado, se proscribe la investigación científica, pero los servidores bancarios de la oligarquía reciben grandes indemnizaciones y se inyectan fondos públicos a la Banca. Se castiga al común y quedan tan tranquilos e impunes los correligionarios y amigos que han despilfarrado en obras faraónicas y urdido los pelotazos de su alucinante saqueo del erario público. Y ahí está Valencia, por ejemplo.

Para mayor abundamiento, alguien me recordó la reacción de los “mercados” ante los últimos resultados electorales griegos y franceses, en 2010 si mal no recuerdo. En aquel momento, según Eurostat, gracias a la crisis y no a su pesar, la oligarquía financiera había incrementado su capital en Europa en dos billones de euros. Con el apoyo de la UE, el FMI y el Banco Mundial que con la otra mano empujaba a Grecia al borde del tercermundismo: el bono griego a diez años alcanzó en mayo de 2010 el 23,25% de interés.

En el caso francés, la victoria de Hollande provocó la caída del euro a su nivel más bajo, junto a una brusca subida de la prima de riesgo. El triunfo de Hollande estaba cantado meses atrás por lo que descarto que la sorpresa provocara un efecto repentino de cuasi pánico. Más bien se quiso castigar el atrevimiento del electorado y de paso darle el toque al presidente francés: los analistas de aquella reacción de los “mercados” coinciden en que Hollande no es un radical, pero en su programa proponía que el Banco Central Europeo (BCE) prestara dinero directamente a los gobiernos. Como es sabido, la UE obliga a que el BCE reserve sus créditos para los bancos, que los reciben al 1% para prestarle luego a cada Estado al 5% o al 6%. Varios puntos más que los gobiernos pagan sacándolo directamente del bolsillo de los ciudadanos o mediante el recorte de servicios, que es lo que tanto aplauden los diputados del PP cuando Rajoy anuncia sus putadas. Un bonito negocio que Hollande quería chafar.

Dice Rajoy que no hay dinero, pero sí que lo hay. En este punto, me remito a Vicenç Navarro, catedrático de Políticas Públicas de la Pompeu Fabra y de la Hopkins University, que se hace las siguientes preguntas: “¿Porqué el Estado Español decidió congelar las pensiones a fin de conseguir 1.200 millones, en lugar de revertir la bajada del Impuesto de Sucesiones, con lo cual habría obtenido casi el doble de ingresos (2.552 millones)? O ¿por qué, en lugar de recortar nada menos que 7.000 millones en Sanidad, el Gobierno no eliminó la reducción del Impuesto de Sociedades a las empresas que facturan más de 150 millones al año, con lo cual hubiera obtenido más de 5.600 millones de euros? O ¿por qué quiere ahora establecer el copago sanitario en lugar de aumentar los impuestos a los fondos SICAV y a las ganancias especulativas? O ¿por qué quiere aumentar el IVA, en este momento de recesión, lo que afectará a las clases populares, en lugar de aumentar el Impuesto de Sociedades al 35% para empresas que ganen más de un millón de euros al año, con lo cual ingresaría 15.000 millones de euros más? O ¿por qué quiere destruir puestos de trabajo en los servicios públicos en lugar de establecer un impuesto a las transacciones financieras, con lo cual, como ha señalado el sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda, se conseguirían 5.000 millones más? O ¿por qué, en lugar de forzar reducciones de los estados de bienestar gestionados por las CC.AA., no reduce la economía sumergida diez puntos, con lo cual aumentaría 38.500 millones de euros?”.

Son preguntas retóricas pues bien sabidas son las respuestas: dinero hay pero falta un Gobierno menos compinchado ideológicamente con la oligarquía. Dice Rajoy que en cuanto pueda bajará los impuestos; olvida que anteriores bajadas favorecieron particularmente a quienes obtienen la mayoría de sus rentas de la propiedad del capital. Esta bajada, recuerda Navarro, provocó, según el FMI, la mitad del déficit estructural del Estado, oculto mientras sus ingresos fueron elevados. Pero el estallido de la burbuja lo afloró y ahora el Estado ha de pedir prestado a los bancos (donde están depositadas las ganancias de las rebajas de impuestos) y pagar intereses por un dinero que podría haber tenido de no bajar alegremente los impuestos.

Y termino: hay una lucha de clases entre el “precariado” de los trabajadores, de las clases medias en fase de extinción y de sectores de la pequeña burguesía que hacen de hidalgos empobrecidos contra una oligarquía financiera tan despiadada y codiciosa que ni los más irreductibles catastrofistas sociales pudieron imaginar en sus peores sueños. Con lo que ya me contarán si es mejor estarse quieto ante el Gobierno que está a su servicio.

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