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La humillación británica

Rafael Morales / Rafael Morales

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Blair salvó algo la cara porque no tuvo que pedir disculpas públicas por la violación de la soberanía iraní. Una humillación impensable para el viejo colonialismo británico. El presidente Mahmud Ahmadineyad también respiró tranquilo, porque los sectores más duros de su gobierno pedían un juicio contra los marinos que, después de todo y tras reconocer su “error”, regresaron a casa sanos y salvos. Una concesión por otra, el mejor balance lo he leído en un texto del periodista británico Robert Fisk, escrito antes del acuerdo diplomático entre Londres y Teherán. “Nuestros marines están cautivos. Puede que los sometan a juicio. Bombas molotov estallan tras los muros de la embajada británica en Teherán. Pero en definitiva no es una guerra de terror. Es una guerra de humillación”. Y tanto.Ahmadineyad montó una operación de propaganda espectacular. Anunció la libertad de los británicos, saludó a todos personalmente y entregó regalos para ellos y sus familias. El contraste con el trato que las tropas de Blair dan a los detenidos de la insurgencia iraquí en Basora no podía ser más escandaloso. María Laura Avignolo cuenta la siguiente escena. “¿Cómo está? ¿Así que usted vino aquí de vacaciones obligatorias?, preguntó el presidente a uno de los marinos británicos, quien se comportó como en un libro de etiqueta inglesa. ‘Yo no lo llamaría así, señor presidente, pero usted puede llamarlo así’, respondió el militar. Otro agradeció respetuosamente el perdón”.Teherán supo tocar las teclas adecuadas. La alegría de los ciudadanos por su gesto recorrió el Reino Unido. El temible Ahmadineyad ganó, contra todo pronóstico, la guerra propagandística. Tomen nota de estas otras perlas. Teherán espera que el Reino Unido no castigue a sus marinos por haber dicho la verdad. Otra, un dardo contra la Unión Europea por haberle criticado por el incidente sin haber esperado a enterarse de lo que realmente había sucedido. Demasiadas tortas para la diplomacia británica que, debe suponerse, algo tendrá preparado durante las próximas horas para justificar su capitulación disimulada ante Irán. Veremos qué cuentan tras el regreso de los marinos.Este juego y sus resultados no deben confundir. Los planes estadounidenses para eliminar el régimen iraní y así controlar los recursos de Asia Central y del Golfo Pérsico permanecen invariables. La coartada nuclear persiste. Estados Unidos mantiene su capacidad de bombardear y seguramente destruir la capacidad militar iraní sin necesidad de invadir el país. Pero el riesgo de una iniciativa semejante parece difícil de asumir políticamente en las actuales circunstancias por un ejército tan empantanado como rechazado por la opinión pública internacional en Irak. Teherán cuenta con esa debilidad relativa. Una debilidad que nadie ha podido expresar mejor que el aliado de Bush, el laborista Tony Blair, durante este encontronazo diplomático. ¿O no?

Rafael Morales

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