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La infamia sahariana

José A. Alemán / José A. Alemán

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Destacaría, en primer lugar, que el estallido poco tiene que ver con las reivindicaciones independentistas y con un referéndum que nunca se celebrará. Quienes se concentraron en el campamento “Dignidad” reclamaban puestos de trabajo, servicios, oportunidades vitales, etcétera, más o menos lo que reclamaría en otros países una acción similar; sólo que el Sahara no es cualquier otro país y no vale el intento de hacer ver con la comparación, de forma sibilina, que Rabat ha actuado como cualquier capital europea de montársele en las afueras un campamento ilegal con parecidos objetivos. Se trata de hacer olvidar la ilegalidad de la ocupación marroquí, consolidar su impunidad y reconocer de hecho la soberanía alauita para actuar como mejor le parezca.

Es de notar la brutalidad con que se han empleado los marroquíes, que han utilizado incluso al Ejército contra la población civil y han aprovechado el embullito para ejercer con saña represalias. Dijeron que el Gobierno español fue advertido de lo que iba a ocurrir, pero Madrid lo niega. Da igual porque, en cualquier caso, Rabat se sabe impune avise o no avise.

Han ido los marroquíes más allá del mero desmontaje de un campamento no de ciudadanos cabreados por las medidas económicas de un Gobierno, sino de gentes marginadas a posta por pertenecer a una etnia que quieren borrar del mapa. Gentes que no fueron a instalarse con su protesta en las afueras de Rabat sino en las de la capital de lo que consideran su patria ocupada por la fuerza. Quiero decir, en fin, que se ha querido deslizar la idea de que Marruecos ha actuado en El Aaiún como lo harían los franceses, por ejemplo, en los barrios de París para restablecer el orden público.

Se ha valido Marruecos durante más de tres décadas de la complicidad de Estados Unidos, Francia y España, de la UE en general, por razones que ahí están. A Rabat le han garantizado su impunidad los gobiernos y los hombres de negocios de estos países y se la han reforzado Argelia y Libia, a las que dejó de interesarles apoyar al Polisario. Todos se pasaron por sus partes húmedas las resoluciones de Naciones Unidas sobre el Sahara, con la Minurso y el jueguecito del referéndum que sofronizó a los saharauis. Pensaban que era cuestión de tiempo quebrar la resistencia y les ha sorprendido tanto la que se ha formado que sólo se les ocurrió (a Trinidad Jiménez, pongo por caso) recomendar “contención” a las partes; como si las dos estuvieran en iguales condiciones. Piden a los saharauis que se contengan ante la incontenida represión marroquí.

Por debajo de esa recomendación se advierten las risitas solapadas ante la advertencia polisaria de volver a las armas. Unos lo ven imposible porque piensan que no disponen de armas para hacer la guerra y no tienen fácil conseguirlas; otros, porque ven la oportunidad de que Marruecos culmine el genocidio y despeje de incordios el escenario de sus negocios. Saben que el terrorismo es el recurso de los pueblos que no cuentan con recursos y medios para sostener un ejército regular y confían en que quienes tomen el relevo en el Polisario no vean otra vía que el terrorismo, lo que “legitimaría” a los poderosos intereses políticos y económicos para acabar con los saharauis. Todo entre llamadas a la comunidad internacional para que intervenga por parte de los mismos que le han impedido actuar. Realmente infame.

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