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El juego de los liberticidas por Claudio Utrera

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El cine iraní, sobre cuyo prestigio en todo el mundo se podrían escribir decenas y decenas de folios, es, desde hace más de una década, uno de los focos de fertilidad creativa más importantes del mundo. Allí han surgido talentos artísticos de la talla de Jafar Panahi, Mohammad Rasoulof, Shirin Neshat, Abbas Kiarostami, Baham Ghobadi, Amir Naderi o Granaz Moussavi, cineastas que, además de haber logrado estrenar fuera del país casi todos sus trabajos, han agregado a sus currículos personales los más prestigiosos galardones internacionales.

La doble moral empleada por el Gobierno islamista de Mahmud Ahmadineyad al permitir, por un lado, la libre circulación de su cine en el exterior y, por otro, la inclemente persecución a la que somete a los cineastas más críticos con el Régimen, ha incorporado un nuevo nombre a su ya larga lista de víctimas: la espléndida y bellísima actriz Marzieh Vafamehr. A través de su trabajo en My Tehran for Sale, presentada en el Festival de Las Palmas por su propia directora, Vafamehr muestra las vicisitudes de una actriz de teatro en su lucha por poder expresarse en libertad en medio de un contexto político lastrado por un uso indiscriminado de la represión, el miedo y la censura.

Este suceso, absolutamente humillante para una profesional que sólo pretende dar testimonio de la lacerante realidad en la que desenvuelve hoy el régimen tiránico de Ahmadineyad, nos proporciona otra razón más para perseverar en la denuncia contra un Gobierno que no sólo no respeta los más elementales principios del juego democrático sino que continúa, pese a la oposición internacional, con sus contumaces hábitos medievales de castigar mediante métodos que ya parecían felizmente proscritos de la faz de la Tierra.

Claudio Utrera

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