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Las listas y el listo
Los nuevos tiempos han llevado a que algunos partidos formalicen la igualdad en sus candidaturas. El PSOE, por ejemplo, no permite que ningún género tenga menos del 40% en lo que se ha denominado candidaturas cremallera.
El PP fue el primero que presumió de llevar a una mujer como candidata a la capital grancanaria (Pepa Luzardo) pero el éxito solo le duró el primer mandato. Al segundo tuvo que calentar el banquillo de la oposición y a la tercera no fue la vencida. Simplemente Soria le quitó sus ganas de repetir en la lista.
Es lo que pasa en esos partidos que se dicen democráticos y es el presidente el que decide quién va y quién no en esas listas. Lo mismo que pasa con Rajoy, que ha perdido dos veces las elecciones después de que su antecesor lo pusiera a dedo como candidato a sucederle.
En esta legislatura que acaba Soria fue vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda. En el Gobierno se hizo acompañar solo de mujeres de su partido: en Sanidad, Turismo y Agricultura. En el mandato anterior también eligió mujeres. Sólo hubo una excepción: su hermano Luis, su alter ego.
Da la impresión de que Soria no confía en los hombres de su partido para que lo vigilen de cerca en las candidaturas que encabeza. Al parlamento lo secundan Australia Navarro, Mercedes Roldós y Pepa Luzardo. Los hombres aquí tienen un papel secundario.
Con la disculpa de colocar mujeres en su propia lista, Soria evita enfrentarse a sus compañeros. Debe sentirse tan seguro de sus encantos varoniles que cree que sus correligionarias no lo van nunca a cuestionar.
Se cree tan irresistible que rompe el espejo cuando cada mañana se recorta el bigote. Su reflejo le apunta que no hay un candidato más guapo que él, pero un día el cristal se romperá en mil pedazos y le devolverá a la cruda realidad cuando se entere de que los ángeles no tienen sexo.
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