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La oposición del PP

Rafael Álvarez Gil / Rafael Álvarez Gil

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Las acusaciones vertidas son muy graves, un dislate, toda vez, que no han ido acompañadas de pruebas irrefutables que, sólo así, permitirían enunciar un pronunciamiento de tal entidad sobre una imaginaria persecución gubernamental.

Es una irresponsabilidad achacar conductas siniestras al Ejecutivo como pólvora en salvas que responden a una táctica, la del PP, de corto plazo, bajo vuelo y profundamente peligrosa, que rescata la teoría de la conspiración en vez de acercarse a la labor emprendida por los partidos políticos conservadores del resto de Europa.

Igualmente, constituyen inculpaciones huecas, sin demostraciones irrebatibles, que sólo conducen, en el mejor de los casos, al intento de crónica veraniega por ocupar una presencia mediática, a olvidar tras las vueltas de las vacaciones, o lo que es más grave, sumamente espinoso, un ataque directo al sistema constitucional que lleva, siempre, a dinamitar el Estado de Derecho.

Con la finalidad de cubrir ansias electoralistas están poniendo en juego lo más valioso que los demócratas poseemos, todos, ustedes y nosotros, sin exclusión alguna, la arquitectura política que nos hemos dotado con la Constitución de 1978.

A través de miradas partidistas de naturaleza cortoplacista están dejando en entredicho todo el sistema político español con el que convivimos y está destinado, les guste o no, a regir el futuro más próximo de nuestro país.

Esta actitud del PP, insisto, sin ningún aval, de lo contrario, sería su obligación, lleva a la desafección de la ciudadanía respecto a los poderes públicos, su incredulidad hacia los gobernantes y la petrificación de la cosa pública. Llevando, en su conjunto, a un volamiento de la confianza ciudadana hacia la política.

La oposición del PP está basada en infundir continuamente sospechas hacia los que, por voluntad popular, por soberano mandato de los electores, gobiernan.

Comportamiento torticero y hueco que conlleva un resquebrajamiento del Estado de Derecho, y con él, de la grandeza de la política.

Por otro lado, significa una auténtica incongruencia, una manifiesta hipocresía, ejercer la oposición alocada de la reiterada sospecha por aquellos que luego claman la supuesta pérdida del consenso de la Transición.

A su vez, dista mucho la oposición de la crispación, nutrida en la exaltación del odio hacia el adversario, lo diferente, y el arrojo incesante de culpabilidades infundadas, ya puesta en práctica por el PP durante la legislatura 2004-2008, en contraste con la del cambio tranquilo que protagonizó José Luis Rodríguez Zapatero cimentado en el ofrecimiento de diálogo, negación a usar el terrorismo como arma política y colaboración en materia de justicia.

Por lo tanto, es preciso rechazar el jaleo mediático fundado en el ansia electoralista que sólo conduce, en todo caso, a la saturación ciudadana y al volamiento del sistema político español de los próximos años, donde el PP, como partido mayoritario, está llamado desde la responsabilidad institucional al correcto mantenimiento del engranaje democrático que rige la vida política española. Una obligación que no debe soslayar.

En definitiva, el PP debe dejar trabajar a los jueces, fiscales y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a la vez, que comenzar desde la oposición, sin más dilataciones, a dignificar la política mediante una oposición sustentada en la labor crítica y el espíritu constructivo.

*Secretario de Comunicación del PSC-PSOE

Rafael Álvarez Gil*

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