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Porno duro

Ángela Darias

Hay situaciones en la vida que son pornográficas sin necesidad de que nadie se afloje el nudo de la corbata o termine de bajar la cremallera del pantalón. Se puede estar completamente desnudo y en una posición del 69 al cuadrado, y creer que uno va vestido con chaqueta y corbata e, incluso, con toga. Son los que observan desde la bancada los que asisten, entre sorprendidos y avergonzados, a la impudicia de la escena. Porque de eso va el juicio que se celebra en la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Canarias: de la falta de pudor y recato en el ejercicio de la labor jurisdiccional que, dicho sea de paso, paga toda la ciudadanía con sus impuestos. Esos ciudadanos que pagan a la Justicia para que sea justa o para que, al menos, lo intente asisten atónitos a un espectáculo digno de las mejores tardes de Sálvame Deluxe pero que, sin embargo, se televisa, se cuenta y se dirime desde una sala de vistas.

El juicio al magistrado Salvador Alba por conspirar, presuntamente, con el empresario Miguel Ángel Ramírez para amañar una declaración con la que perjudicar a la también magistrada en excedencia y diputada de Podemos Victoria Rosell, es de una falta de recato que provoca vergüenza ajena. De entrada, en el plató… ah, no perdón, en la sala de vistas un abogado que intenta sorprender con la propuesta de un nuevo testigo, anunciado semanas antes en un programa de radio. ¡La bomba! Una bomba con el nombre y apellido de Héctor de Armas, cuya misiva –de la que ha dado fe un notario– el letrado intenta leer: no para el tribunal, claro está, sino para la prensa que se sienta en los dos primeros banquillos, sobre los que por cierto habría que emprender una campaña en Change.org para pedir su retirada de inmediato por incómodos. Por dónde iba… ah, sí por la carta y el testigo, con varias causas judiciales pendientes, que se desinflan como un suflé de limón nada más comienzan a preguntar las acusaciones. “Es que me dijeron que Pepito había oído que Fulano le decía que Menganito había escuchado cómo…” Vamos, que el notario presuntamente (todo muy presunto y muy porno) había certificado un cuento de terceros y de cuartos. Un despropósito.

El testigo de marras certificaba, pese a todo, que el magistrado Alba, acusado y togado en el juicio, es víctima de un complot urdido por Victoria Rosell, su pareja Carlos Sosa y el empresario Miguel Ángel Ramírez que, por cierto, irrumpe en escena con una declaración dura, exenta de Viagra, dispuesto a protagonizar un barebacking: un término ecuestre, muy usado en el mundo del cine porno, que significa montar un caballo sin silla. Pues eso, que se sube al caballo y empieza a galopar saltando obstáculos dialécticos como un experto jinete, sin oposición de ninguna clase. Le basta la calle como escuela. Y da el titular de la semana: que se plegó a los intereses del magistrado porque su actuación le parecía propia del Chicago de los años 30. Vamos, que allá donde fueres, haz lo que vieres, vino a decir sin cortarse. Todo, pese a los intentos por placar al equino –poco acertados, por cierto– del abogado de la defensa enredado en los archivos de audio: REC1, REC2 y REC4. Los dos extractos y el original de la grabación que hizo Ramírez en el despacho de Alba, en la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas. El debate: que si editar es manipular, que si manipular es editar. To be or not to be. That´s the question del procedimiento.

Al día siguiente, aparece en escena Victoria Rosell a la que, supuestamente, quisieron hacerle un gang bang –por seguir con la pornografía. Joderla entre varios. Sin contar con el mando del coche de Miguel Ángel Ramírez que resultó ser una grabadora. Tanta oposición, tanta oposición y luego… vas y suspendes en Mundología y el gang bang se te queda en un petting, un magreo sin gracia que acaba en proceso penal, con la Justicia tapándose los ojos de la vergüenza que le produce mirar. Victoria Rosell sí mira y acusa a Alba de ser el comisario Villarejo canario. Relata acongojada cómo el magistrado se puso, presuntamente, en contacto con un convicto, condenado por homicidio y tenencia ilícita de armas (ahí es nada), para obtener un dossier con supuesta información explosiva sobre ella. Como el semen elaborado con azúcar glass que usan en el cine para adultos. Falso.

Dicen los expertos que el alto consumo de pornografía acaba alterando la estructura cerebral, produciendo un torrente de dopamina que cimenta la adicción. Pues eso, que al tercer día de juicio, ya eran casi todos adictos. Justo el día en que le toca declarar al presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, citado (no se lo pierdan) por la defensa de don Salvador Alba cuya estrategia parece ser: “Aquí si nos desnudamos, nos desnudamos todos”. Pero don Emilio Moya, cortante y claro desde el principio, no se deja. “La relación con él era de compañeros hasta que nos traicionó grabando. A partir de ahí, era estrictamente profesional para las deliberaciones. Y, desde que su mujer me insultó, la relación es cero”. Chimpún. Desde que la mujer de Alba lo insultó… dijo. Vamos, como si alguno de ustedes tiene una trifulca en el trabajo y va su madre a defenderles. Salvo por una diferencia: hablamos de gente que lleva toga.

Esta semana, más pero no mejor porque, como diría el Gran Wyoming, es imposible. 48 horas intensas de dopamina (jueves y viernes) y quedará visto para sentencia. Nunca antes un gatillazo dio para tanto.

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