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Santa porquería

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Hasta con las cosas sagradas se juega. Después de la vida, la muerte y las entrañas. Les da igual: casi todos los informativos de las radios y las teles convertidos en la antología de las barbaridades, los escándalos no escandalosos y los escándalos que se autoescandalizan. Qué más da: las procesiones no pueden salir porque llueve y algunos se alegran. Pocas veces he comido tan bien y de forma tan agradable como en el “Viridiana” de Madrid, cerrado ya hace tres meses y cuyo cocinero, Abraham García, publica ahora un libro que se promete interesante “Segar los cielos”, relatos inspirados en historias de los maquis que el autor escuchó de niño. Entrar en el “Viridiana” suponía embadurnarse de trufa y de cine. De cine, por el nombre y la decoración; de trufa, por unos huevos fritos impagables. De la hospitalidad y el cariño de Abraham también. Siempre me invitaron, un publicitario de postín y un sociólogo de cabecera, con variopintas compañías masculinas y femeninas (¿te acuerdas, Montse?) Pero a nadie parecen importarle los nuevos vientos y tiempos de guerra que enarbola el presidente de Francia en un acto psicótico de inconsciencia colectiva. No llegaba con Putin: ¿dónde está nuestro Bertrand Russell contemporáneo?

De las miserias locales mejor no hablar. Solo le pido a los circundantes, periodistas y politólogas incluidas, que se pronuncien sobre la injusta distribución de la riqueza, sobre los abusos del Poder y los poderitos, sobre la inconsciencia del desastre climático: cosas así. Hay más. Y después a “Viridiana” porque ya no existe. Leo también que vuelve “Casa Leopoldo” en Barcelona. La última vez comí allí con Victoria Camps, Loquillo y Albert Montagut, y la añorada siempre Elisenda Giral, que era la jefa. Veníamos de un seminario sobre las tribus urbanas y otras lindezas –un Sardá precrónicas marcianas también estuvo, y muy simpático- en el que no sé por qué me tocó defender la publicidad. Casi me matan los asistentes, todos del mester de progresía, como yo por otra parte. Menos mal que Montagut, “Monty”, buen periodista y mejor amigo, me contuvo para que no respondiera como procedía. Por otra parte, estaba a punto de volar hacia Canarias.

En “Casa Leopoldo” se puede pecar mucho esta semana: rabo de toro, pies de cerdo y albóndigas, entre otras comidas sutiles. Prefiero los arroces y el suquet de rape. Para qué hablar de estas cosas. Como escribía Gaston Bachelard, “el espacio es entonces dehiscente, se abre por todas partes.” Nuestro mundo es así, a punto de estallar de alborozo. Que se lo digan a la fiel oposición opositora de sí misma que se conformará con lo que sea en las elecciones vascas y catalanas a la espera de asestar el gran golpe europeo para destruir Europa con mayor eficacia. Como pueden ser unas elecciones de castigo, como decía un señor en un bar, se me ocurrió bromear con que a lo mejor votaba a Bildu –se puede, lista única, y a Puigdemont y a otras. Me gané unos insultos discentes, nadie está para bromas, y así nos escuece. Quizás lo mío no es una broma.

Sin embargo, anuncian que somos los que más crecemos en la zona euro, ¿dónde crecemos? El PIB y el crecimiento económico anual, son indicadores falsarios, falaces, como casi todos los de la economía capitalista, porque destupen a los seres humanos, aunque no a las vacas, pollos y cerdos. Y eso no es lo que dice la derecha: es lo que debería decir una cierta izquierda con memoria y bemoles. Tenemos lo que se puede soportar, que no es mucho. Mientras las cifras de los beneficios bancarios, bursátiles y demás sean tan de escándalo, se permitirá el folclore de gobiernos de progreso. Después, ya veremos: a la Historia puede uno remitirse, la historia de los historiadores no las historias de los propagandistas montaraces.

Semana de patetismo y contrición, de intenciones piadosas. Recogimiento y supuestas remembranzas muy pías. De pequeño, casi siempre en viajes familiares, menos mal; una vez me acatarré con cierta transcendencia en Andorra, frío y nieve, y compras: me regalaron mi primer cuchillo de montaña para las acampadas con la Organización Juvenil Española. Desbarajustes.

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