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Comicadas

Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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Mientras el ministro de Exteriores estaba ocupado en presentar una queja formal a Francia por las comicadas de unos muñecos de guiñol, Rajoy aprobaba la reforma laboral que abarata el despido a los ya de por sí baratos trabajadores españoles. Esto no es lo que preconizaban los populares en campaña.

Esta medida propugnada, como la otra de la subida de impuestos, no estaba en el programa del PP. No solo eso. Sus más audaces representantes prometieron por activa y por pasiva, juraron y perjuraron en su campaña electoral que ni subirían los impuestos ni abaratarían el despido, entre otras cosas porque según aseguraban todos al unísono (parecía una estrategia bien planificada), “es lo último que puede hacerse en España en la situación de crisis en la que nos encontramos”.

Pues dicho y hecho todo lo contrario a lo que predicaban. Cada vez que el Gobierno de España emprende medidas impopulares que contradicen sus promesas, se inventan un conflicto ficticio con el exterior para desviar la atención y aminorar las protestas.

El falso patriotismo, más bien patrioterismo, funciona en los pueblos ignorantes y retrasados. Produce dentera ver a un ministro de Exteriores o de Deporte echando balones fuera para avivar a las masas contra los franceses, como en los tiempos de la guerra de la independencia. Es un mal chiste.

Ahora, como los españoles patrioteros y chovinistas no pueden meterse con Napoleón ni con Sarkozy, entre otras cosas porque lo condecoraron el otro día por la colaboración francesa en la lucha antiterrorista conjunta, la emprenden ciegamente contra unos muñecos de látex que se mofan de algunos deportistas españoles tras la condena al ciclista Contador.

Tras incitar a las barricadas, el ministro Wert reconoció ayer mismo que España tiene un problema con el dopaje. El monarca se sumó a la polémica al decirle también ayer a Nadal que los de los guiñoles franceses son tontos. Hasta el rey, tocado por el caso de su yerno, tiene que sacarse la presión de encima señalando al país de al lado. Al final tendremos que culpar de la reforma laboral a un monigote para dejar que Rajoy salga inmaculado en su estreno como presidente del país de los guiñoles. No hay más tontos porque no hay más gente.

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