Dimas Martín y Jaime Cortezo se las prometían muy felices. El empresario sí tenía entonces con quien negociar, aunque su interlocutor, con el que cenó aquella noche del 22 de enero de 2008, fuera un presidiario que aún hoy sigue cumpliendo condena por corrupción. Dimas le dijo que no se preocupara por Antonio Hernández, que era un hombre suyo, que hablaría enseguida con él y que aquellas dos raquíticas plantas con las que adornar el Islote del Francés se convertirían en nueve sin mayores problemas. Ignoramos por completo qué contrapartida exigió el líder del PIL al propietario del Francés, pero de lo que sí estamos seguros es de que el encargo no se ejecutó. El concejal de Urbanismo dimitió el 12 de marzo siguiente y no sólo dejó de cumplir la encomienda de Dimas de permitir nueve plantas en el islote, sino que no plasmó el acuerdo inicial alcanzado con el empresario. Además, activó en los juzgados el expediente de demolición de las naves industriales de la vieja Rocar. La avaricia de Cortezo, la misma que le llevó a invadir zona de protección en Hoya Pozuelo, acabó por pasarle otra factura.