Lanzarote está siendo objeto de una tremenda injusticia. Tierra única en el mundo por sus cualidades naturales, está a punto de sucumbir víctima paradójicamente de su propia belleza y de su potencial turístico. Lejos parece en el tiempo de aquel sentimiento conservacionista del habitante conejero que arrimaba el hombro por el paisaje, por la estética de su casa, por el mimo a la isla. La depravación del ladrillo y del dinero fácil lo ha echado casi todo por tierra y todo anda hacia atrás, en la misma dirección que parecen caminar los cangrejos. Quizás fuera César Manrique quien primero utilizó al crustáceo para representar la imagen de la isla en genial conjunción con los volcanes, sus diablos y sus colores. Suponemos que serían los cangrejos ciegos de Los Jameos, que han ido dando paso, desgraciadamente, a cangrejos más depredadores. Esos que un día amenazan y luego, al recibir un recadito, se echan atrás.