Cada día se van escribiendo las historias de las ciudades a través de los acontecimientos que en ella se producen. Nacen y mueren vecinos, se levantan casas, se derriban casas, crecen las palmeras, se planifica el urbanismo, se izan banderas, pide un pobre, pide un rico, se eligen alcaldes y concejales, y hasta cumplen años de improviso. El alcalde de Las Palmas de Gran Canaria acaba de alcanzar los 49, y vaya por delante nuestra más sincera felicitación, que está hecho un pollopera gracias al método pilates y a pesar de esa insolente calvicie. La celebración de tal efeméride no pudo ser más natural: el hombre se encontraba visitando un colegio público en el barrio de Las Mesas. De repente, cuando la comitiva municipal se encontraba en el gimnasio, alguien saca una tarta con unas velas, y los niños sentados a su alrededor cantan a la primera autoridad municipal el “Cumpleaños feliz”. Precioso. La prensa, de inmediato, inmortaliza el inusitado momento, y al día siguiente, o sea, ayer, ofrece una amplia reseña en sus ediciones impresas. Con nuestra acreditada mala uva nos hemos preguntado un par de cosas. Primero, ¿qué hacen los alumnos de un colegio en plena jornada docente fuera del aula?; y segundo, ¿quién es el director o directora de colegio público que se presta a tal amaño peronista y propagandístico? La primera pregunta se contesta con la respuesta de la segunda: la directora se llama Monserrat Guerra y es la hermana pequeña de la concejala Carmen Guerra.