Como cabía esperar, el conflicto internacional generado por Aminatou Haidar con su huelga de hambre de 32 días en Lanzarote se ha saldado con división de opiniones. Unos sostienen que Marruecos ha terminado por arrodillarse ante una opinión pública internacional ante la que habían quedado en evidencia los manejos de Rabat ante la eterna parálisis de la autodeterminación del Sáhara Occidental. Hasta la prensa marroquí ha reconocido este extremo. Otros, los de siempre, se han apuntado a la teoría de que España es la humillada, particularmente por haber cedido ante el vecino en aspectos como las importaciones tomateras a la Unión Europea. Como ocurre cada vez que se menciona al tomate, Roberto Goiriz, portavoz de la patronal exportadora, ha aprovechado la revoltura para expandir esa teoría, abrazada con mucha pasión, y una mata de tomates en la mano, por el líder del PP, Mariano Rajoy. Pero las hemerotecas desmontan la falacia.