Porque la Fiscalía Anticorrupción, en su escrito de conclusiones provisionales sobre la actuación de Camps, Ricardo Costa y otros dos altos cargos de la Generalitat valenciana, todos ellos, pobrecitos, miembros del PP, sostiene que los cerebros de la trama de Gürtel (Francisco Correa, Álvaro Pérez y Pablo Crespo) “movidos por un interés común y con el fin de ganarse la amistad, el mejor trato y el favor de algunos funcionarios públicos y autoridades con importantes responsabilidades (...) realizaron las gestiones necesarias para hacer llegar a éstos de forma continuada y en consideración particular a la naturaleza y rango de sus cargos, determinados regalos”. Es decir, que no hacía falta que Soria interviniese o no en la aprobación de las camas de Anfi Tauro, bastaba para el cohecho impropio que aceptara regalos en consideración a su cargo, como quedó sobradamente acreditado en la instrucción de las diligencias 8/2008. ¿O nos vamos a creer a estas alturas de la película que Björn Lyng invitó al presidente del Cabildo grancanario y del PP canario, a su esposa y a un hijo de ambos a un placentero viaje en jet privado a Salzburgo, con regreso a Gran Canaria y vuelta a Noruega por otros motivos diferentes a su condición de persona influyente para los intereses del empresario? Fue cohecho impropio y se lo perdonaron. Como quisieron perdonárselo a Camps en Valencia, pero allí no prescribió.