Se llenó hasta los topes el salón dorado de la Delegación del Gobierno en Las Palmas de Gran Canaria para arropar a un periodista excepcional, Ángel Tristán Pimienta, que recibía de manos de Carolina Darias la encomienda al Mérito Civil precisamente por eso, por sus méritos civiles. Estaban todos los que tenían que estar y faltaron exactamente los que debían faltar, aunque hemos de reconocer que por las caras que apreciamos, algunos de los presentes hubieran preferido instalarse en ese segundo lote. Porque Tristán no se cortó un pelo y, a lo largo de la media hora que duró su intervención, hizo la mejor defensa jamás escuchada ante auditorio tan selecto del trabajo del buen periodista, del “perro guardián de la democracia”, en celebrada definición del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El homenajeado habló fundamentalmente de corrupción, de lucha contra la corrupción, del papel de los periodistas en la incomprendida y vilipendiada tarea de desenmascarar a esos guaperas de la política que aparentan ser lo más honrado que ha parido madre y son en realidad unos salteadores de caminos que anteponen sus intereses particulares a cualquier otra consideración. Su discurso debía entregarse adjunta a la documentación que reciben los estudiantes de primero de carrera cuando acceden a cualquier facultad de Ciencias de la Información. Otro gallo estaría cantando si la clase periodística abrazara ciertos valores ahora olvidados.