Se le acabó el tiempo de cortesía, se le acabó el crédito, los ahorros y lo escondido en el calcetín a Luis González, presidente de la UD Las Palmas, contra el que parecen apuntar ya de modo nada disimulado todos los misiles y armas de cualquier calibre. Y si se le acabó la gracia al presidente, algo por el estilo le debe haber pasado a Gonzalo Angulo, que es quien lo puso y le ha mantenido el oxígeno hasta la fecha. Puestos a aplicar la dichosa teoría del efecto dominó (que algunos y algunas confunden con el del boomerang, aplicable a este caso pero a ninguno más) hay que concluir que a Manolo Torres, que nació para martillo, le van a caer del cielo los clavos. El serial que inició este domingo el periódico La Provincia no presenta fisuras al respecto y muestra a las claras que el único apoyo mediático que le quedaba al clan de Angulo no ha podido resistir más ante la evidencia. Luis González, que ha dicho que se había sentido traicionado por las declaraciones de Orlando, ha de repensar la afirmación, no vaya a ser como aquel mal estudiante que explicaba a sus padres que el saco de suspensos que traía a casa era producto de que los profesores se habían confabulado y la tenían cogida con él.