Fue el de don Pepito un lunes muy ajetreado. Desde primeras horas de la mañana ya se le podía ver por el Palacio de Justicia de Santa Cruz de Tenerife acompañado por su abogado. Estaba citado en el Juzgado de Instrucción número 1 para responder de una querella muy puñetera que le ha plantificado de oficio el Ministerio Fiscal por haberse dedicado de manera reiterada a insultar gravemente a una juez de Las Palmas de Gran Canaria. Lo ha venido haciendo insistentemente en sus editoriales, y como quiera que el Consejo General del Poder Judicial amparó a la magistrada ante los ataques a su independencia proferidos desde el diario de don Pepito, querella pública que te crió. El ilustre independentista estuvo declarando ante la juez instructora por espacio de dos horas y media, tiempo en el que se deshizo en explicaciones sobre su conducta: que yo jamás quise insultarla ni molestarla; que sólo he ejercido mi derecho a la libertad de expresión; que si yo nunca he tratado de interferir en la independencia de una juez... En definitiva, otra causa (en este caso penal) por la que don Pepito responde ante los tribunales, cuyas sedes ha visitado más veces estos dos últimos años de deriva disparatada que en toda su larga y abigarrada vida de mantenedor de juegos florales.