Como decíamos, la independencia y la libertad de movimientos que siempre ha demostrado Pérez-Camacho le vienen dadas por su carácter y su fortuna económica personal. Dicen los que le conocen que este inspector tributario en excedencia ha aprovechado muy bien sus conocimientos jurídicos y fiscales para ser un perfecto asesor de grandes empresas y no menos grandes ricachones. En una ocasión se le llegó a relacionar con extrañas operaciones mallorquinas realizadas al socaire del poder del PP en Baleares, un poder ahora bajo sospechas de corrupción. Pero nunca se le llegó a atribuir delito alguno a Pérez-Camacho, quien con los dineros obtenidos de su actividad profesional ha conseguido alcanzar un nivel de vida elevadísimo que se ha puesto de manifiesto no sólo en la mansión que habita y otros signos externos de riqueza, sino en lo que invierte en obras de arte, una afición que, desde luego, suaviza bastante esa apariencia tosca que le adorna en determinadas ocasiones.