Por mucho menos que las genuflexiones que a cada momento hace Sebastián Grisaleña, presidente de la patronal de Las Palmas, tuvo que presentar su dimisión hace algunos años uno de sus antecesores, Antonio Rivero, que en un almuerzo navideño multitudinario se excedió en sus alabanzas a José Manuel Soria. Grisaleña ahora se postra ante Paulino Rivero, que es quien le llama permanentemente durante las reuniones de la patronal para darle unas instrucciones que, en realidad, son las que tiene pactadas el presidente autonómico con el ya mentado Soria. Es cierto que Grisaleña ha cantado las cuarenta a Sánchez-Simón por esos insoportables y antidemocráticos modales que tiene el Heno de Pravia, pero con la misma mano que da puñetazos en la mesa, firma un orden del día con el que pretende sacrificar la poca credibilidad que ahora mismo le queda a la Confederación.