Como éramos pocos parió la abuela. El último número de la revista Época, ese dechado de pluralidad y tolerancia que va camino de convertir a El Alcázar en ursulina descalza, ha entrevistado a don Álvaro de Marichalar y demás hierbas para que opine de la cuestión terrorista. Era la voz más autorizada que nos faltaba por oír para salir de este marasmo de inquietud en el que andamos sumergidos todos los españoles. La revista que fundara Jaime Capmany lo presenta como “empresario y navegante”, dos condiciones que deben convertir al individuo en cuestión en un experto en todo. Ha dicho don Álvaro que el terrorismo no es “un problema político, sino un problema de orden público”, y que “el grave error del Gobierno es dialogar con los terroristas para intentar obtener beneficios políticos”. Brillante aportación a la causa la del navegante, quizás inspirada en la última conversación sesuda que ha tenido, y que se produjo precisamente en costas de Canarias en medio de una de sus arriesgadas y muy comerciales travesías. Su interlocutor, una perpleja tortuga boba.