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Un mejor destino turístico

Cuando las siniestras curvas de incidencia de la pandemia por el coronavirus COVID-19 empiezan a mostrar síntomas esperanzadores de contención y las autoridades anuncian medidas menos severas de confinamiento que conduzcan a una progresiva normalización de la vida en España, los dos destinos turísticos insulares del país, Canarias y Baleares, se disponen a iniciar una dura tarea: la de arrancar una actividad que necesariamente quedó completamente paralizada, con las correspondientes consecuencias económicas y sociales, algunas de ellas aún por apreciar, de muy largo y duro recorrido.

En el caso de Canarias, que sufrió la crisis justo en su temporada alta, puede que estemos ante una oportunidad muy valiosa para hacer realidad uno de los sueños de gran parte de la sociedad: conseguir que el turismo deje de ser nuestro monocultivo y, de continuar siéndolo los próximos años, que al menos acometa ahora una transformación que permita caminar hacia una especialización de excelencia.

Una de las lecciones aprendidas en esta crisis (habrá muchas más cuando acabe algún día) es que el sistema económico occidental no puede seguir permitiéndose recortes en derechos sociales, particularmente en la sanidad pública. De haber estado mejor armados en infraestructuras y dotaciones humanas, de protección y de investigación médica, la resolución de esta crisis sanitaria habría sido otra. Y como parece haber quedado claro, vendrán otras pandemias y estamos obligados a enfrentarlas en mejores condiciones que las actuales.

Por lo tanto, la protección de la salud habrá de convertirse en un elemento innegociable que, en el caso de destinos turísticos como el nuestro, tiene que estar garantizada para sus habitantes y para los que nos visitan. Tanto desde el punto de vista de los servicios públicos como de la sanidad privada, a la que habrá que darle protagonismo y negocio, entendiendo este como la complementariedad y la excelencia que muchos turistas estarán dispuestos a pagar durante sus vacaciones.

Las Universidades canarias deberán actualizarse para que la formación especializada en esta materia sea del más alto nivel; las empresas hoteleras, enfocar sus negocios hacia las nuevas realidades; las instituciones públicas, garantizar las inversiones necesarias, tanto en un sistema sanitario eficaz de la máxima excelencia, como en la promoción de tal cosa cuando se consiga.

Es más que probable que sea necesario volver a insistir en la calidad del turismo antes que en su cantidad, un viejo mantra que resucita de vez en cuando. Pero es que ahora mismo debemos pensar mucho más en encontrar esos atractivos, que permitan mantener unos precios razonables, antes de malbaratarlo todo de nuevo y tener que competir en el mismo terreno con otros destinos que tienen más lejano el horizonte de una seguridad sanitaria como la que Canarias ha podido mostrar esta vez con sus luces y sus sombras.

Reducir la presión turística, rebajar esa cifra insoportable de 15 millones de turistas al año sin perder ingresos, empleos y beneficios, nos acercaría más al soñado escenario de un destino que cuide más su medio ambiente, que exija de una vez cumplir con las leyes ambientales y que nos resitúe en el mapa como un territorio respetuoso con la naturaleza, la que ha aprovechado esta crisis para mostrarnos lo grandiosa que es en este lugar maravilloso del mundo.

Cuando las siniestras curvas de incidencia de la pandemia por el coronavirus COVID-19 empiezan a mostrar síntomas esperanzadores de contención y las autoridades anuncian medidas menos severas de confinamiento que conduzcan a una progresiva normalización de la vida en España, los dos destinos turísticos insulares del país, Canarias y Baleares, se disponen a iniciar una dura tarea: la de arrancar una actividad que necesariamente quedó completamente paralizada, con las correspondientes consecuencias económicas y sociales, algunas de ellas aún por apreciar, de muy largo y duro recorrido.

En el caso de Canarias, que sufrió la crisis justo en su temporada alta, puede que estemos ante una oportunidad muy valiosa para hacer realidad uno de los sueños de gran parte de la sociedad: conseguir que el turismo deje de ser nuestro monocultivo y, de continuar siéndolo los próximos años, que al menos acometa ahora una transformación que permita caminar hacia una especialización de excelencia.