Antonio Hernández, que fuera concejal de Urbanismo de Arrecife en la primera parte del actual mandato, se mandó a mudar disconforme con la forma de andar que tenía la perrita. Quizás nunca cuente los verdaderos motivos que le llevaron a abandonar el cargo público y la política, pero muchos de ellos tienen que ver con el desencanto que le supuso conocer la catadura moral del que consideraba un tipo íntegro, su jefe de filas en el PIL, Dimas Martín. El ex concejal de Urbanismo llegó al Ayuntamiento de Arrecife con muchas ganas de cambiar las cosas, de mejorar la fisonomía de una ciudad castigada por la desidia y la corrupción, por un modo de hacer política que había convertido a la capital de la isla en un vergonzoso punto negro. Uno de sus propósitos era recuperar el Islote del Francés para el uso público y sacarlo de su situación de abandono y sonrojo popular. Así que se puso en contacto con el promotor Jaime Cortezo, con el que rápidamente llegó a un acuerdo.