Huesos de pequeños roedores. Eso es lo que los responsables de antropología forense de la Comisaría General de la Policía Científica determinó que eran aquellos restos detectados en la finca familiar de la familia Bretón. Los expertos que los han visto aseguran que, sin necesidad de grandes análisis, se aprecia que se trata de huesos humanos y de dientes humanos. Un error garrafal de los más importantes expertos que teóricamente tiene el Cuerpo Nacional de Policía apostados en Canillas ha provocado un ridículo monumental que solo puede saldarse con dimisiones o destituciones fulminantes. No solo por el dolor que ha padecido durante muchos meses una familia instalada en la incertidumbre, sino por el enorme gasto que ha supuesto una investigación en busca de los niños que pudo haberse cerrado en noviembre pasado si las cosas se hubieran hecho bien. El ministro, lejos de pedir disculpas en nombre de la Policía a la que representa, lejos de promover esa exigencia de responsabilidades, da a conocer un informe encargado a un experto ajeno a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, lo que las deja doblemente en pelotas. De este modo no sería de extrañar que este mismo martes veamos en la prensa de toda Canarias a la madre de Sara Morales exigiendo que los mismos expertos de Atapuerca o el forense vasco Francisco Etxeberría analicen los restos encontrados en un pozo en el Valle de Jinámar en marzo de 2010 que los expertos catalogaron como de pequeñas avecillas. O que la madre de Yéremi Vargas haga lo propio con cualquier tipo de elemento descartado por la Policía en alguna de las múltiples excavaciones realizadas a lo largo y ancho de la isla de Gran Canaria.