No se vayan a creer ni por asomo que todos estos líos de la mamandurria del PP nos ha distraido de una de nuestras más edificantes aficiones, la de consultar periódicamente ese oráculo de la soberanía canaria que es El Día. No nos perdemos ni un editorial no vaya a ser que de buenas a primeras don José vuelva a cambiar de registro y se nos presente como único y auténtico defensor de la reserva espiritual de occidente, como lo fue hasta que alguien le hizo soñar con la posibilidad de ser el patriota que nos conduzca a la gloriosa fundación de la República Independiente de Canarias (sin Gran Canaria). Nada nuevo en la avenida de Buenos Aires más allá de las lógicas y naturales vueltas de tuerca que el ilustre editorialista continua dando a la mandanga de quiénes son los políticos buenos y quiénes los malos. Este jueves amnistió a Paulino Rivero, no sin antes exigirle que se plante ante Zapatero y ante el Rey a pedir nuestra liberación del yugo opresor. Acto seguido la volvió a emprender con Santiago Pérez, del que dijo que no puede seguir en política, no ya por ser “el gran denunciador”, como lo llama a menudo, sino por estar ahora “militando” en Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria, “el partido que quiere poner un ferrocarril estepario en una isla en la que no cabe ni un tren de juguete”. No ha perdido el gracejo, eso sí.