Les adelantábamos ayer, en esta misma sección, que la medida de embargo sobre los bienes que elijan los cuarenta principales de la UD Las Palmas para salvar a la entidad este jueves era una explosión controlada. No de júbilo, precisamente, porque a nadie le agrada rascarse el bolsillo, por muy inflado y generoso que éste se encuentre. Pero no es lo mismo aflojar en solitario que en gruesa compañía. Los que aparecen en el auto se convierten de repente, por obra y gracia de la Concursal, en un referente empresarial, en los señalados para compartir unos días de gloria. Unos son insolventes, no hay duda; otros acumulan las fortunas más importantes de Canarias y sus alrededores. Por lo tanto, estar en esa lista no es ni mucho menos ofensivo para los que no van a tener que colocar escobas y sillas viejas detrás de la puerta de entrada cuando anuncie su llegada el secretario judicial. Como el cartero, antes llamará dos veces. Y tardará meses.