“Estoy junto a mi perrita Lola y por eso estoy tranquilo”, manifestó el conductor de El Espejo Canario en su comentario de despedida, en el que no escatimó elogios hacia su equipo de profesionales, sin dejar de deslizar indisimuladas críticas a su empresa, de la que dijo tanto en antena como luego en Twitter que no está a la altura de las circunstancias, lo que se traduce, nada más y nada menos, en que no tiene dinero para el proyecto que él quiere ejecutar. Un proyecto excesivamente ambicioso para el que Jaime Cortezo jamás tendrá dinero suficiente, y menos ahora que se ha declarado insolvente para no tener que responder a las exigencias de la causa penal que se sigue contra él por presunta estafa en el caso de Hoya Pozuelo. Un proyecto que requiere poner en pie 32 frecuencias en otros tantos sitios; 32 postes cada uno con su propio equipo emisor; 32 estudios de baja frecuencia, con al menos una persona de control que lo atienda y pase la mopa; y con 32 contenidos locales de información y entretenimiento? Y mantener a decenas de trabajadores para que todo el invento funcione mínimamente bien. Una tarea inabarcable incluso para una emisora nacional porque este concurso tan polémico no estuvo nunca pensado para radios con emisión en cadena, sino para radios locales. Y, como dicen los más sesudos pensadores, no se pueden sumar peras con manzanas porque lo que te sale es una ensalada de frutas.