Como dice un ingenioso diputado socialista canario, “José Manuel Soria se inventa su propia realidad y se mete dentro”. Es cierto. El vicepresidente del Gobierno es un campeón mundial en la falsificación de las cosas que le rodean, particularmente de las que puedan perjudicarle. Si una verdad le incomoda o le pone en un aprieto, esa verdad se cambia por un invento estratosférico del tipo “fue un socialista el que ideó la trama eólica”. Si sus propias actuaciones le pudieran granjear apurillos con la Justicia, se suelta una trola como una catedral, y a otra cosa: “Yo me ausenté de aquel consejo de administración de la Autoridad Portuaria”. En el caso del viaje del salmón, el público está ávido por conocer con qué recibos se presentará Soria ante la magistrada Margarita Varona para demostrar que pagó el jet privado (“nada, señoría, que paramos en la gasolinera de La Garita, y nos compramos unas chocolatinas, y tal”), los hoteles, las entradas al concierto, la cena en Salzburgo, las cañas de pescar, las licencias de pesca, la mosca... ¿Recuerdan estos recibos?