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Risco Caído, el yacimiento arqueológico de los aborígenes canarios que aspira a ser Patrimonio de la Humanidad

Interior de la Cueva C6 del almogaren de Risco Caído.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

Un haz de luz entra con las primeras luces del alba por una pequeña obertura, iluminando grabados de forma púbica en el interior de una estructura, al mismo tiempo que toma diferentes formas que, reflejadas en la pared, se asemejan a un falo o a una mujer encinta. El fenómeno, que puede simular la fecundación o la fertilidad y a priori servía como calendario solar, se repite día a día, pero solamente entre el equinoccio de primavera y el del otoño (abril y septiembre), coincidiendo con las épocas de siembra de los cultivos. El resto del año toma el relevo la luz de la luna.

El fenómeno se produce en la llamada Cueva número 6 (C6), que se ubica en Gran Canaria, entre los municipios de Artenara y Gáldar. Su construcción, de planta circular y con una bóveda de entre cuatro y cinco metros de altura, se remonta, al menos, al siglo XIV, época anterior a la llegada de los misioneros y conquistadores. Fue en 1996 cuando el arqueólogo Julio Cuenca descubrió un conjunto de cuevas, que habían sido excavadas en la base de un escarpe y bajo un alero que proporciona protección del sol y de la lluvia, pero también suponía un problema por los desplomes, lo que provocó que la población que habitó esa zona abandonara el lugar, quedando totalmente despoblado a mediados del siglo XX.

En varias de las grutas pudo vislumbrar unos grabados. Pero no sería hasta años después, tras numerosas visitas, cuando observó con detenimiento la C6 y la entrada de la luz en la gruta. Comprendió que este hallazgo podía suponer un elemento fundamental para reformular todo lo conocido hasta el momento de los aborígenes canarios: el templo aborigen de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria.

“Aquella experiencia visual me dejo entonces absolutamente impresionado y comprendí que estábamos antes un monumento arqueológico excepcional, que nos muestra unos conocimientos técnicos y científicos de una cultura que pensábamos que se encontraba en un estadio cultural incapaz de alcanzar esa sabiduría”, relata Cuenca, quien explica que “desde un primer momento pensé que esta cueva podría haber sido además de un templo, un observatorio astronómico de los antiguos canarios”, que podría haber permitido “llevar el control del cómputo del tiempo”.

Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria ha sido la única candidatura española a Patrimonio Mundial de la Unesco para este 2019. Será en julio de este año cuando el Comité de la organización de las Naciones Unidas para la Educación, las Ciencias y la Cultura dictamine, en Bakú (Azerbayán), si la propuesta tiene un “valor universal excepcional”, formando parte así de una lista integrada por La Alhambra (Granada), las Cuevas de Altamira (Cantabria) o el Parque Nacional del Teide (Tenerife).

“Esta belleza condensada y la historia que acumula es más que suficiente”, afirmó Juan Perelló, embajador de España ante la UNESCO, durante su visita a Gran Canaria para participar en las VII Jornadas de Risco Caído, en la que expertos de Italia, Argelia, España y del Consejo de Europa se dieron cita para tratar varias facetas relacionadas con lo que supone una candidatura a Patrimonio de la Humanidad.

El asesor español del Programa de Itinerarios Culturales del Consejo de Europa, Eladio Fernández, no dudó en afirmar que el lugar “es mejor de lo imaginado, es fantástico” y añadió que “tiene méritos más que suficientes para que la Unesco lo certifique y tenga el honor de unirse al club de sitios de la humanidad”. Tampoco escondió su asombro la coordinadora de los Planes Nacionales de Patrimonio Cultural, Carmen Caro: “No hay fotografía que haga justicia a las dimensiones y a la profundidad del paisaje”.

Y es que durante las visitas que se realizan entre los meses de abril a septiembre, desde 2013 (un año después de que el Cabildo de Gran Canaria adquiriera las cuevas), lo que más sorprende a los asistentes no son las grutas, sino el entorno donde están ubicadas. Daniel González, uno de las guías del programa de visitas a Risco Caído, relata que “la gente se sorprende muchísimo con Barranco Hondo, en su conjunto, con los fósiles, con la vegetación tan rica que hay en la zona. Por ejemplo, les llama mucho la atención que haya orquídeas. Esperan visitar exclusivamente esas cuevas y se encuentran con un patrimonio mucho más rico”.

Para poder llegar a las cuevas, hay que atravesar un sendero que discurre en la parte final de Barranco Hondo, que contiene el mayor número de cuevas excavadas utilizadas como viviendas de toda la Isla, desde donde se puede apreciar el paisaje. “Siempre hemos intentado que la gente entienda que Risco Caído va mucho más allá de las cuevas y que esos lugares, sin el entorno, no tienen ningún sentido”, explica González, quien añade que muchas de las pistas para conocer cómo vivían los pobladores de las cuevas están contenidas en los cambios de la vegetación. “La idea principal es que la gente entienda que Risco Caído es un puzzle y que, si no tenemos todas las piezas, no podemos amarlo”.

Los primeros pobladores de canarias

La teoría más extendida y aceptada entre los investigadores e historiadores es que los primeros grupos humanos que arriban a Canarias provenían del norte de África, en torno al año 500 antes de Cristo, y evolucionaron “de forma aislada por espacio e al menos 2.000 años”, explica Cuenca. Es en las prácticas religiosas donde se hallan grandes similitudes entre los aborígenes isleños y los pueblos ancestrales del norte del continente africano, “porque si hay algo que no evoluciona, si no es por influencias externas, es el mundo de las creencias religiosas y prácticas cultuales de los pueblos”, manifiesta el arqueólogo.

“Hoy sabemos que existió una arquitectura de lo sagrado entre los canarios, hay abundantes evidencias arqueológicas que lo demuestran. Se trata de una arquitectura distinta a la que se diseña y construye para otros fines, como la vivienda o los depósitos para guardar el grano”, que se han hallado “en forma de cuevas artificiales” o “como un conjunto de cazoletas excavadas en el suelo, en lo alto de un escarpado roque, en la cima de una montaña o en las proximidades del cauce de un barranco”.

La investigación

Risco Caído aún tiene muchos misterios por ser desvelados. Para desentrañarlos, hay un equipo multidisciplinar amplio encargado no solamente de la investigación arqueológica del yacimiento de Risco Caído, sino “de la totalidad de sitios arqueológicos que integran la propuesta de Patrimonio Cultural de la Humanidad, que se extiende por casi 18.000 hectáreas, y que abarca la práctica totalidad de la Caldera de Tejeda y los territorios limítrofes, de la zona central montañosa de la isla de Gran Canaria”, explica Cuenca.

“Los primeros trabajos en la zona han sido de consolidación porque las cuevas estaban en precario y, por ello, ”se hacen muros de refuerzo, levantamiento topográfico, geo-escaneado de todo el risco.... Se ha hecho prácticamente de todo y con la última tecnología“, relata González. Una vez se aseguró el espacio, se han podido hacer numerosas dataciones; en la Cueva 6, en concreto, se han realizado cuatro, incluso ”una datación paleomagnética, que eso nunca se había hecho en la isla“, afirma González. Lo cierto es que ”queda muchísimo material por datar“ y ”es muy posible que en los próximos años tengamos otras fechas aún más antiguas“.

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