Un cuento azul de cine
Geraldine Chaplin no está en campaña. No tiene por qué mentir a la concurrencia. Es Lady Harimaguada de Honor y por tanto no se juega ningún premio gordo de aquí al próximo fin de semana. Para eso -de competir, no de mentir- están los cortos y largos de la Sección Oficial y otras tantas cintas del Foro Canario. O Zapatero y Rajoy -para eso de mentir y de paso competir, según se mire- en la otra campaña de la semana. Debates estelares de por medio.
La hija de Charlot no tiene por qué vender nada en Las Palmas de Gran Canaria. Y mucho menos un cuento azul, tan de cine, cine, cine, cine, más cine por favor..., como con el que sorprendió y se emocionó en la gala de inauguración de la novena edición del Festival Internacional. Lo recoge la crónica principal del estreno del Festival, porque aparte de la presentación somera, ágil y entretenida del programa con Jose Toledo y Yaiza Guimaré de introductoras -y proyecciones de una presentación decepcionante, con ese toque de cinta antigua que generaba imágenes quemadas-, la guinda de la noche de gala en el Alfredo Kraus la colocó Geraldine, con su historia de niña de internado suizo -“pija”- que juega con sus amigas a soñar dónde pasará su luna de miel con su príncipe azul.
Fue un relato corto, de ritmo intenso, entrecortado por aplausos cuando la actriz levantó su dedo pulgar de la mano derecha, para revelar que en el juego con sus amigas, hace más de medio siglo, cerró los ojos y marcó con su sangre un punto desconocido que después supo que se llama Gran Canaria. Y que más tarde supo más cosas que ni la mitad de los grancanarios saben. Aunque formen parte de la leyenda.
Sinceramente, el primer impacto fue emocionante. Rematado con el colofón final, pidiendo Geraldine silencio ante tantos aplausos, para agradecer que esa luna de miel que nunca tuvo llegue ahora con este homenaje tantos años después. Por fin puede conocer la Gran Canaria que ensangrantó con sus deseos de niña, sobre un mapamundi ciego de un internado -“pijo”- suizo. Y además mandar con una sonrisa de oreja a oreja a casa a un montón de gente que la escuchaba, entre orgullosa y emocionada, por formar parte de la vida de una gran actriz.
¿Dijimos actriz? ...que toda la vida es cine, que toda la vida es cine... Se encienden las luces. Los ecos de la Chaplin soñando con guanches empiezan a tornarse irreales, como cuando se sale, de sopetón, de una sala de proyección a oscuras. Escucho, camino de unas papas con mojo y una ropa vieja de pulpo en Bosmediano, comentarios para todos los gustos: “Seguro que habría dicho lo mismo en Filipinas”; “qué bonito le quedó, pero si fuera verdad su dedo mancharía a todas las Islas, Gran Canaria es muy chiquita en el mapa”; “¿se habrá aprendido en el avión eso de los guanches con ojos azules?”; “¿le habrán escrito el guión los del Festival?”; “¿te imaginas que se llega equivocar y dice Tenerife?”...
Era tan azul que impactó en la sala y sonó irreal en la calle. Hilvanado con palabras precisas, gestos rotundos, sus ojos emocionados no podían estar actuando. Aunque fuera una gran actriz quien se arriesgara a dejar en el aire la incógnita y descubrir alguien, algún día, un guión escrito para la ocasión.
De vuelta por Las Canteras, camino del cóctel del Pueblo Canario, la duda del dedo rojo de sangre se despeja, al tiempo que la entrada del Auditorio pierde todo el glamour de estas noches de satén, con semejante alfombra azul para diferenciarse de no se sabe bien qué. ¿Estamos en campaña o qué?
Alguien susurra en voz baja que Geraldine contó su anécdota de niña -“pija”- en Suiza la noche anterior, en una cena de bienvenida a la isla. “Pero no voy a contar esto, ¿no?”, me dicen que dijo. Y entre todos la animaron a emocionar al Auditorio.
...y los sueños...cine son.