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Mozart pone el broche de oro al Festival de Música

Este jueves nos ha vuelto a visitar la Orquesta de Cadaqués. Es su segundo concierto dentro del vigésimo cuarto Festival de Música de Canarias. Con un programa de música clásica casi monopolizado por obras de Mozart, esta orquesta ha cerrado el festival en la isla de Gran Canaria.

Dentro del estilo clásico, quizás la música de Mozart sea la más peculiar. La sensación de frescura y ligereza de sus obras son su seña más distintiva, y esta característica tan agradable para el oyente se vuelve un factor extremadamente difícil para el intérprete, el cual debe mantener ese brillo característico durante toda su ejecución.

El otro compositor que aparece en el repertorio de este concierto es Fernando Sor, amoso guitarrista cuyas obras son de carácter obligado para este instrumento, posee también una producción para orquesta. Con su carácter vital y contundente expresado en sus melodías, este autor ha sido muchas veces calificado como el Mozart de la guitarra.

Para la Orquesta de Cadaqués interpretar obras complejas de Mozart le supone además de un reto, una de sus mejores elecciones, ya que el sonido tan compacto y bien proporcionado que es capaz de producir es quizás el más adecuado para los temas mozartianos. La influencia del veterano director Sir Neville Marriner se deja notar y se nota el gusto que tiene por esta música.

La primera parte del concierto comenzó con un pequeño fragmento de un ballet de Fernando Sor, Alphonse et Léonore. Lleno de melodías agradables hizo entrar al público en otras épocas y en una noche que se preveía intensa. A continuación, el concierto número 23 para piano y orquesta de Mozart irrumpió con la fuerza de su primer movimiento para seguir embelesando al público con su archiconocido Adagio.

El puesto de pianista lo ocupó Gianluca Cascioli. Este intérprete de dilatado currículum internacional, con su estilo profundamente delicado y ligero, y muy adecuado para la música mozartiana, consiguió desplegar un sinfín de colores y matices llegando a su máximo nivel en el segundo movimiento del concierto, el Adagio. Como si el mismísimo Orfeo fuera el que tocaba consiguió embriagar al público llevándolo a un mundo casi onírico de agradables sensaciones. Con la larga ovación que cosechó su actuación, y viendo la sed de música que tenían los oyentes, al final del concierto para piano interpretó un pequeño bis completamente en solitario, gesto que fue muy agradecido.

La segunda parte del concierto fue acaparada en exclusiva por la sinfonía 38 de Mozart. Titulada Praga no deja de evocar a esta sorprendente ciudad europea que con su altísimo sentido artístico fue la que verdaderamente supo apreciar la genialidad de este compositor. De carácter simétrico y denso posee una tensión que llega a niveles sobrecogedores sin por ello dejar de tener fragmentos amables y profundamente líricos. Sin duda el plato fuerte de la noche que fue mostrándose a su ritmo y que dejó a los asistentes con ganas de más, y que dieron los más cálidos aplausos ya al final. Por la insistencia del público Sir Neville Marriner propuso un brindis final muy bien elegido, con ritmos muy rápidos y marcados para salir suavemente de ese mundo al que lleva la música de Mozart.

Y una vez más el Festival de Música de Canarias llega a su fin en la isla que le vio nacer. Una de sus asignaturas pendientes para el próximo año es la promoción de sus conciertos entre el público más joven, que estuvo prácticamente ausente. Éste es un problema que la organización del festival debería tener muy en cuenta si quiere cada año llegar a más gente.

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