Cinco años de euro sin olvidar la peseta

El euro ha cumplido cinco años en nuestras vidas, cinco años en los que se ha hecho familiar en nuestras manos, pero no de igual forma en nuestras mentes, ya que, quién más o quién menos, sigue pensando en su famosa antecesora: la peseta. Y es que en definitiva el euro es un recién llegado, con sólo cinco añitos, mientras que la peseta ha permanecido toda una vida entre nosotros, a lo largo de varias generaciones de españoles de tres siglos distintos.

Algunos, aseguran, sienten nostalgia de aquellas pesetas que daban mucho más de sí que los actuales euros y, no es para menos, ya que muchos cometimos el error de redondear el valor de la moneda de un euro con el de la moneda de las antiguas 100 pesetas, así como el billete de 50 euros con el de 5.000 pesetas. Pero no fue por falta de información, más bien por una cierta comodidad, ya que la campaña de introducción del euro nos machacó durante meses, por tierra, mar y aire, con la misma canción: “seis euros, mil pesetas”.

Bien es cierto que en la actualidad sólo recurrimos a la famosa “canción” cuando nos enfrentamos a cantidades elevadas, dado que en el día a día el euro se hace inevitable y la mayoría de los españoles utiliza la moneda común sin recurrir a calculo alguno. Pero es que una moneda que ha acompañado el devenir de los españoles durante 133 años es difícil de olvidar en un lustro y, según los expertos, sólo las generaciones más jóvenes -las que no han vivido las pesetas- utilizarán el euro de una manera natural, sin necesidad de echar mano de la calculadora.

Dejando la nostalgia a un lado, el euro cumple su quinto año de vida como moneda de uso corriente -realmente nació en 1999, aunque sólo como un apunte contable- con buena salud y con una fortaleza envidiable, si se compara con su viejo pariente del otro lado del Atlántico: el dólar. Para comprar un euro es necesario pagar actualmente más de 1,31 dólares, un cambio que refleja la solidez de la divisa europea, su mayor aceptación en los mercados internacionales y, al tiempo, una cierta debilidad de la estadounidense, acuciada por el gran déficit que genera su administración.

El euro ha ido escalando posiciones poco a poco -a principios de 2002 cotizaba sólo a 0,90 dólares- y cada vez más países se decantan, ya sea por motivos económicos o políticos, por reducir el peso de sus reservas en dólares y aumentar significativamente las denominadas en la divisa europea.

Más de 315 millones de personas

Comenzamos utilizando la nueva moneda allá por enero del 2002 algo más de 305 millones de europeos de Alemania, Holanda, Irlanda, Francia, Italia, Portugal, Austria, Bélgica, Finlandia, Grecia y Luxemburgo, además de España. Ahora somos unos 12 millones de personas más las que usamos la moneda única, gracias sobre todo al aumento demográfico, ya que no hemos conseguido incorporar a nuevos países a nuestro invento monetario, con la excepción de Eslovenia que lo ha hecho este lunes.

Pero los españoles no podemos quejarnos: nos gusta el dinero en efectivo más que a cualquier otro europeo -tenemos casi el 40% de nuestros activos financieros en dinero y depósitos- y el euro nos ha permitido llevar encima más en menos espacio. Antes, el límite de un billete eran las “sábanas” de 10.000 pesetas, algo así como 60 míseros euros, mientras que ahora podemos llevar en el bolsillo un billete de 500 euros -si es que lo encontramos-, que al cambio supondría más de 83.000 pesetas.

Sea como fuere, el euro es el presente y el futuro, mientras que la peseta es el pasado, aunque hay pasados que nos resistimos a olvidar y somos capaces de dedicarle estaciones de metro, monumentos, canciones y muchos recuerdos. Al menos yo, nunca olvidaré a esa “rubia”.

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