La vieja sabiduría
La ordenación de mi cuarto de trabajo es lustral y cumplo, más o menos, ese compromiso quinquenial sin pretender emular la puntualidad la y el esmero con que los palmeros echan a bailar cada cinco años a sus enanos. Tras decidir no dejarlo para el año que viene, inicié la tarea por la caja verde de regular tamaño que lleva ni sé cuánto en lo alto de la estantería dejando siempre para después decidir qué hacer con ella.
Mentiría si dijera que bajé la caja sin dificultades. Uno no está ya para ciertas cosas y momentos hubo en que rocé el gran talegazo. Una vez recuperado el resuello, me fijé en el tarjetón amarillento pegado por fuera a la tapa en el que alguien, vayan ustedes a saber quién, había escrito tres frases, tres: 1) “Cómo me fascina el trabajo: puedo sentarme y contemplarlo horas enteras”; 2) Junto a la frase anterior, unos versillos aconsejan que “nadie diga en este mundo /de esta agua no beberé/ pues por muy turbia que la vea/ le puede apretar la sed”. Un claro antecedente del moderno “No digas de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre”; 3) Si de los dichos anteriores no constan su autoría, Daniel Auber, compositor francés de poca fortuna, sí que firmó el suyo relacionado con su larga vida a caballo, de los siglos XVIII y XIX, que le facultó de sobra para afirmar que “Envejecer es el único modo de vivir mucho tiempo”; frase reversible pues es propio de quienes viven mucho tiempo envejecer.
Los debates, madre
Los debates, madreAunque me entretuve con la caja verde, pensaba en los debates de los los cuatro candidatos a presidir el Gobierno de España en la próxima legislatura. Un asunto que no me apetecía abordar con la moda que han sacado los políticos de ponerse a parir. Resulta curioso que fueran los dos candidatos de la derecha los faltones cuando son los que pasan por educados besamanos. Casado y Rivera, ya saben, le dijeron a Pedro Sánchez de todo menos bonito. Igual hacían méritos para ganarse la voluntad de Vox. Es curioso ue Casado y Rivera anden con el barrenillo de “los que quieren destruir España”, que repiten una y otra vez, venga o no a cuento, para subrayar la maldad de Sánchez y que sigan autocalificándose de “constitucionalistas” cuando se arriman a un partido, el dicho Vox, que reniega de la Constitución y quiere cargarse las autonomías; idea esta última que no anda lejos de la cabeza de Rivera. A mí, qué quieren, no me convence Sánchez y creo que no tiene ni repajolera idea de Canarias, pero resulta excesivo que Casado y Rivera hayan declarado emergencia nacional echarlo de La Moncloa y utilicen contra él recursos tan infames y rechazables, como la mentira y la calumnia que supone la acusación de que trata de romper España para entregarla, cautiva y desarmada no han decidido todavía a quien.
No tenía, ya digo, ganas malditas de escribir sobre los debates y las elecciones. Aparte las miserias de los intervinientes, nada se dijo, por ejemplo, de la UE, ni del Brexit. Tampoco se mencionó para nada los éxitos del Gobierno portugués ni la escalada ultra (para no herir la sensibilidad de Casado y Rivera atacando al socio que les ha dado aire para gobernar Andalucía). No tuvimos la oportunidad de comprobar hasta qué punto está justificada la alarma que, diz, hay en las Islas o si es un recurso del nacionalerismo para restarle votos a los socialistas. Estrategia que, por cierto, sigue CC para lograr que Ana Oramas sea la única voz del nacionalismo canario en Madrid. Y conste a que me da lo mismo ocho que ochenta visto de qué nos han servido los nacionalistas de CC.
Todo está ya dicho e inventado
Todo está ya dicho e inventadoCreo interesante o al menos más curioso y prueba de que ya está todo inventado, que hubiera dentro de la caja una libreta a reventar de sentencias, refranes y demás que considero útiles para la res publica que se traen. Abre la relación Blasco Ibáñez que proclamó, como un Pablo Iglesias cualquiera, “que manden los que tienen qué perder”. Le sigue León Blum para quien “la sociedad que quiera asegurar a los hombres la libertad, debe empezar por garantizarles la existencia”. Y como remate, Bocaccio: “Es gran locura desafiar sin necesidad la inteligencia ajena” que es, justamente, lo que tratan de hacer Rivera y Casado con los electores, que son los llamados a soportar el pacto que corresponda de los dos o tres posibles: el de la derecha de PP y Cs con el añadido de Vox, que aportaría lo que hay que tener para sostenerle la mirada a Aznar en su versión rompetechos. El otro pacto sería el del PSOE y Podemos sobre el que le insistió Pablo Iglesias a Pedro Sánchez quien acabó apuntando la posibilidad del apaño al tiempo que rechazaba ajustar el Gobierno con Ciudadanos por cuanto Rivera le había puesto “un cinturón sanitario” para evitar que los socialistas entreguen España a quienes quieren romperla. Yo creo que mientras el cinturón no sea de castidad sigue la posibilidad abierta.
No repara la derecha en que por mucho que traten de volver a los 40, es difícil volver a lo de Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista, la que propició el asesinato impune de los lanzados al fondo de la sima de Jinámar o el pozo de Tenoya. Dicen los historiadores que unas 5.000 fueron los asesinados en las Islas, número muy elevado en una tierra donde no hubo frente de guerra ni trincheras, lo que permite hablar de genocidio. Todo eso se ha olvidado aunque sin dejar de recordarlo para no volver a las mismas o parecidas.
No sé lo que ocurrirá porque el PSOE es sensible a los muchos intereses que empujan a Sánchez a entenderse con Ciudadanos, a los que pudiera interesar un cierto entendimiento que rebaje la percepción del que ya tienen con Vox a ojos de los electores. A los que tampoco se les escapa que Vox es un desgaje del PP y que Ciudadanos fue una creación de la derecha económica y sociológica para sustituir al PP, que languidecía con Rajoy, por una fuerza joven, de nueva planta que diera el pego al tiempo que por la izquierda aparecía Podemos con la labia de Iglesias al frente. Como parece evidente, las razones de Iglesias se han ido adaptando a lo posible y razonable que resulta ser, miren ustedes por dónde, la Constitución urdida en el seno del Régimen de 1978. Es evidente que Iglesias, profesor universitario al fin, ha aprendido que una cosas es una cosa y otra cosa son dos cosas. Debería regalarle otro ejemplar de la Constitución porque el usado estos días está ya hecho polvo.
Me senté a escribir, ya digo, con pocas ganas porque ya cansan el modo de convertir lo que debía ser una exposición de pareceres y su debate se un guirigay que, en ocasiones recuerdan los insoportable debates televisivos en que todos hablan al mismo tiempo y se advierte la táctica sobre todo la derecha de armarla para evitar la clara discusión de los temas que no interesan a sus partidos. No dejar mediante interrupciones que el rival se explique con claridad es una vieja estrategia de la derechona ésta y vicio en el que cayó Rivera y que aprovechó Iglesias para llamarlo maleducado.
La vieja sabiduría
Insistiré en la libreta de los dichos porque hay unos cuantos que se ajustan perfectamente a lo que vivimos ahora mismo. Por ejemplo: muchos ricos piensan, todavía hoy, que la pobreza es una ley de la Naturaleza, que siempre habrá ricos y pobres y si nos remontamos en los siglos veremos que subyace la idea de que la función de los pobres es coadyuvar a la salvación eterna de los ricos que les dan limosna para reservarse un sitio en el cielo. Concepción Arenal se sintió obligada a advertir que “del error de que la caridad consiste solo en dar dinero es consecuencia pensar que los pobres no pueden hacer caridad”.
Si me centro más en otros temas que estaban en los debates hay varias observaciones que hoy, como ayer, que pueden ser útiles a quienes quieren gobernarnos. Una de ellas es la observación del inglés John Arbuthnot, médico de cámara de la reina Ana. Para él “todos los partidos políticos mueren destrozados por sus propias mentiras”. Lo dijo en una sátira dirigida a Marlborough y el partido militar. Por su parte, Jaime Balmes escribió: “Determinar la forma de gobierno más conveniente para un país es encontrar el medio de hacer concurrir en un punto todas las fuerzas sociales”.
Por último, por insistir un poco en los asuntos que nos preocupan hoy en relación con el problema territorial vienen bien las palabras de Pío Baroja para ver si comenzamos a ocuparnos del más antiguo problema español: “Ni hay raza catalana, ni hay raza castellana, ni raza gallega, ni raza vasca y podemos decir que tampoco hay raza española. Lo que hay es una forma espiritual en cada país y en cada región, y esta forma espiritual tiende a fragmentarse, tiende a romperse cuando el Estado se hunde; y tiende a fortificarse cuando el país se levanta y florece”.
Es la vieja sabiduría.