Un mal Rato para el PP
El PP ha orientado de momento su precampaña a poner tibios a los partidos emergentes, o sea, a Podemos y Ciudadanos; aunque en los últimos días se advierte cierta propensión pepera al acercamiento a los segundos porque mientras para los primeros sigue vigente la consigna de presentarlos como un peligro para la democracia; sin especificar, en términos comparativos, si es o no superior ese peligro, por ejemplo, al de la ley de Seguridad Ciudadana y las que te rondaré como consiga el PP gobernar los próximos cuatro años.
A partir de esa consigna, quedan los peperos en libertad de poner de su cosecha y así pudo Esperanza Aguirre ir más allá del peligro que pueda representar Podemos para afirmar, lisa y llanamente, que si llega al poder se acaba la democracia. En aras de la brevedad y de lo harto que me tienen no me calentaré la cabeza y tiraré del juez Baltasar Garzón, una de las víctimas más conocidas de la democracia pepera. Dijo Garzón al respecto: “Se dice que no confíen en los nuevos. ¡Qué barbaridad! ¿Hay que confiar en los que estaban y no daban respuesta?”. Se refería a la corrupción favorecida por los dos partidos gobernantes que han obstaculizado la lucha contra ella. Con la mayor desverguënza por parte del PP. Garzón acaba de publicar un libro, El fango lo tituló, que para Anabel Díez, a quien la declaración que acabo de recoger, es “un atlas de la corrupción en la que no se salva ninguna institución”.
Otra consigna pepera es tildar de “populistas” a los dichos emergentes. Sin definir qué cosa sea el populismo, claro. Se da por descontado que es algo muy feo, pero sin entrar en detalles que puedan proporcionar elementos de juicio suficientes para otorgar el cum laude populista al PP. Porque si nos atenemos a la característica más divulgada del populismo, la de hacer promesas electorales que no se piensa o no se pueden cumplir, la campaña pepera del 2011, la que sentó a Rajoy en La Moncloa, es un excelente trabajo de campo. Quizá confiara en la escasa memoria de los electores y sin quizá es evidente que la laguna la llenaron las hemerotecas y sobre todo las videotecas.
Diferencio entre hemerotecas y videotecas porque, si en el caso de los periódicos, las promesas quedan congeladas, como muertas, los vídeos mantienen la jeta del mentiroso, sus gestos y es posible apreciar, caso de Rajoy, que enarca de forma casi imperceptible la ceja izquierda en el momento de soltar la bola. Así pierde siempre al póker. Lo cierto es que vimos y ahora hemos vuelto a ver al ahora presidente comprometerse a no dar dinero a la Banca, trazando líneas rojas que dejaban a salvo de recortes a la Educación, la Sanidad, las dependencias, las pensiones, o sea todo eso que denominan “gasto social” para debilitar su carácter de derechos ciudadanos duramente conseguidos y garantizados por la Constitución. Y en vista del éxito del engaño, que dio al PP su mayoría, añadieron a las promesas incumplidas el aumento de las cargas fiscales cargando la mano en los impuestos indirectos, como el IVA, porque en la rancia tradición española figura evitar los directos y no tocar las grandes fortunas ni los privilegios de la Iglesia, que ya bastante tiene con costear los delirios mayestáticos del cardenal Rouco Varela, que no es de la orden franciscana.
No es extraño, vista la distancia entre lo prometido y lo actuado, que Josep Ramoneda considere la campaña 2011 del PP “el más grave caso de populismo que se ha dado en la España democrática” de tan cargada de promesas que sabía muy bien que no cumpliría.
Imputa también Rajoy a los emergentes su amateurismo. Dado que amateur es, en deporte, quien lo practica sin cobrar y dada su conocida afición al fútbol, es justo que en su percepción no figuren como tales los centenares de peperos señalados con el dedo por la Justicia precisamente por no ser amateurs y cobrarlo todo y más. Sería el caso de Rodrigo Rato, otro al que han traicionado las videotecas porque miren que lo hemos visto condenar la corrupción y criticar en los peores términos la amnistía fiscal… de Zapatero. El PP lo elevó a los altares como el mejor ministro de Economía y Hacienda de la historia y miren en lo que había detrás. Cuando hacía aquellas declaraciones ya tenía dineros a buen recaudo y en cuanto los suyos le abrieron la posibilidad, recurrió a la amnistía fiscal que tanto denostara. Todo un paradigma del pepero tipo. Por cierto: preguntado el ministro Montoro por Rato apeló a su condición de ministro que le impide hablar de los contribuyentes. El mismo Montoro que no se privó de aludir a Pujol y a Monedero y a esos artistas y deportistas que tienen su dinero fuera de España y a los periódicos que deben al Fisco. Agüita.
Suele quejarse Rajoy de que se niegue la recuperación española de la que está tan orgulloso. Es su principal y preferida baza electoral la de que ha sacado él solito al país de la crisis. Para asombro, admiración y envidia de la galaxia toda, añaden los meritorios. Sin embargo, no es verdad que se haya negado esa mejoría. Como dicen los médicos, mejora dentro de la gravedad. O sea, que no es tan significativa la mejoría como la presenta. Se le reprocha, en fin, que haya echado las campanas al vuelo tirando más voladores que los valencianos alrededor de las fallas. Y se lo dice no solo la oposición o los “eternos descontentos” de la izquierda sino gente como Olivier Blanchiard, economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) para quien aunque la economía española esté creciendo, mientras no se reduzca la alta tasa de desempleo no se puede hablar de éxito.
Nadie niega la mejoría sino que cuestiona su calidad, por así decir. En primer lugar, más han influido en ella factores externos, ajenos a la acción del Gobierno, como la bajada de los precios del petróleo, los dineros que ha puesto a circular el Banco Central Europeo y la devaluación del euro. Ocultar o relativizar su incidencia para ponerse medallas implica el riesgo de que cambien esas circunstancias sobre las que no ejerce el Gobierno el menor control. Tendrían que seguir culpando a Zapatero. Joaquín Estefanía describió hace unos días la situación en términos constatables a pie de calle, lejos del estilo hiperbólico, dicho sea para no largar palabrotas, del Gobierno. Dice Estefanía que “la recuperación económica consiste en pasar del desempleo al subempleo. Esta es la idea-fuerza fundamental que se desprende de los datos y de la composición de la Encuesta de Población Activa de los últimos trimestres, los que han cambiado la tendencia. Los puestos que se han creado son, en su mayor parte, temporales, a tiempo parcial y mal pagados. Y los que no encuentran empleo (parados estructurales) se van quedando atrás por decenas de miles, porque se les acaba la protección del seguro, que estaba calculado para crisis más cortas”. Remata Estefanía con que este es el mundo que viene, el de los “seres humanos normales” a los que alude Rajoy y de los que espera su voto. Últimamente, los peperos han agotado su capacidad de autocrítica asegurando que su problema es no saber comunicar lo mucho y lo bueno que creen haber hecho. A lo mejor resulta que esa incapacidad de comunicación arranque de su empeño de presentar las cosas como no son.
Y ya que de citas voy (o vengo, que ya ni sé) no viene mal una a Josep Ramoneda: “Después de años renegando de la herencia socialista, causa de todos los problemas de España, Rajoy se fija como objetivo, para ganar las próximas elecciones, alcanzar antes de finales de año el número de parados y de afiliados a la Seguridad Social que había cuando Zapatero abandonó el poder. Extraño éxito del presidente: ya estamos como cuando llegué”. La realidad es que, según los últimos datos, las personas que siguen desempleadas son 4.451.039 y es cierto que el descenso de desempleados en marzo fue de 60.214, el mayor desde hace unos cuantos años, anteriores incluso a la crisis. Pero ocurre que se trata de empleo muy precario; que el 90% de los nuevos contratos son temporales y que el número de parados que reciben algún tipo de prestación descendió en febrero pasado en un 13,7% respecto al febrero de 2014. Lo dicho: no es un problema de comunicación sino que la gente se deja engañar menos.
Por mi parte, siempre he pensado que, de una u otra forma, la raíz del problema, la que explica esa incapacidad pepera para comunicar lo bien que lo hace, es ideológica. No pueden confesar lo que pretenden conseguir. Por explicarlo a la pata llana, diría que para esta derecha siempre habrá ricos y pobres porque aún no ha superado aquella idea católica, no tan medieval, de que Dios creó a los pobres para que los ricos tuvieran ocasión de practicar con ellos la caridad y entrar en Reino de los Cielos por el ojo de la aguja. Un orden y una voluntad divina que ya no se percibe en el mundo secularizado de hoy, dicho sea con sorna, pues el asunto ya no es salvar el alma sino consolidar gobiernos que orienten su política a promover que salgan adelante los fuertes, los poderosos, las élites. Que los salven, vaya. La economía precisa menos de las masas proletarias de antes; la URSS dejó de existir y el enemigo es ahora el yihadismo que no se anda con esas boberías; se impone la tecnología y quienes no la alcancen, sobran. Como sobran los viejos que, además de no producir, cometen la impertinencia de vivir más tiempo que antes, lo que es un problema serio para algún que otro mandarín. De nada sirven quienes padecen deficiencias condenados a morirse de asco… si no están en condiciones de pagarse su atención médica, privada por supuesto. Tampoco sirven los jóvenes sin acceso a una enseñanza pública de calidad; los que pierden su empleo a los 45 o 50, que ya no volverán a encontrar otro, sin haber podido siquiera ahorrar porque su problema no es llegar a fin de mes sino comenzarlo. Unos ahorros que, caso de tenerlos, están en riesgo de que se los quede algún sinvergüenza. No pinta bonito el mundo en el que estamos.
La imprudencia de Mar Julios
Creo que la senadora Mar Julios pecó de imprudencia el otro día en su encontronazo con Soria. Sin pensárselo dos veces le espetó al muy ministro que si por él fuera “privatizaría el sol, el viento y el mar de Canarias” sin reparar en que lo mismo le ha dado la idea, yo qué sé, para cobrarle algún impuesto a los playeros según la intensidad de sus bronceados y a los veleros por valerse del viento, además de seguir adelante con el proceso de privatización de los fondos marinos en beneficio de cuantas repsoles se crucen en su camino. Habría una policía fiscal especial para exigirle a los restaurantes de San Cristóbal, Agaete y sitios por el estilo el pago de un suplemento por despachar pescado que repercutiría, cómo no, en la factura a abonar por los comensales. Las posibilidades son más de las que podemos imaginar cuando, como en mi caso, he llegado al punto de que las cosas de este hombre me provocan más risa que otra cosa.
Ahora le han descubierto como mentiroso en la Península. Algo que aquí sabíamos pero que allá no acababan de creérselo. Aquí lo trincaron por el video en que aparece votando en una sesión del Parlamento a la que aseguró, en sede judicial, que no había asistido, pero por entonces los hados y las hadas de la Justicia le eran favorables, ya saben. Es curioso lo mal que le va a este PP con los videos. Se puede hacer con ellos un buen montaje para un juego tipo ¿verdad o mentira?, que en esta materia el mandarín pepero que menos corre tira al de alante.
Lo cogieron en las Españas asunto de los recortes a las energías renovables. El hombre los razonó con un par de estudios que los recomendaban y de los que, al parecer, se sabe poco más de su coste de un millón de euros que en las antiguas pesetas son 166 millones. Pero, al final, nos enteramos de que de uno de ellos jamás se supo y el otro lo recibió el Ministerio días después de la aprobación del tijeretazo. Le esperan querellas y denuncias en Anticorrupción. Pura rutina.
Sin embargo, debo reconocerlo, ha estado sublime al cuestionar que la potencia eólica se adjudique “a dedo” en Canarias. No se qué se le habrá ocurrido esta vez al Gobierno canario, pero no deja de tener su coña que sea Soria quien denuncie el procedimiento. Como si no supiéramos que justo eso, señalar ganador con el dedo, es lo que intentó cuando el concurso para la instalación en Arinaga de aerogeneradores. El concurso no pasaba de ser una formalidad para adjudicarle Soria el invento a su casero que se iniciaría así, pobrecito mío, en el sector. Hay procesados por aquella historia que puso a las patas de los caballos al Parlamento canario y en evidencia al pacto CC-PP gobernante. Entre los procesados, todavía pendientes de juicio, no está, faltaría más, Soria. Algo sorprendente porque los tres accionistas de la empresa pública eran el Cabildo de Gran Canaria, que presidía Soria; el Puerto de La Luz presidido por un personaje que había reconocido que él estaba a lo que mandara Soria y el Instituto Tecnológico de Canarias, en manos de su hermano Luis, entonces consejero de Industria del Gobierno. Dadas las características de Soria, es imposible creerse que no se valió de su posición para que, de forma sorprendente, la empresa pública renunciara y se le dieron instrucciones para que entregara “todo lo que tuviera” a la empresa de su protegido, no al de Merimé. No entro en detalles porque escribo de memoria y por ahí anda el libro de Carlos Sosa que relata el tejemaneje con detalle.
Hubo tensiones políticas, barullo de opinión y el concurso se suspendió y ni adjudicación ni narices hasta la fecha; con el resultado de un considerable retraso en el desarrollo de la energía eólica en las islas que Soria ha perseguido nadie sabe la razón. Si tiene lo suyo esto que les cuento, no le va a la zaga que ahora apunte al Gobierno canario como responsable de que se hayan estancado las renovables en una región especialmente dotada.
Rato y la corrupción
El caso de Rodrigo Rato le ha dado al PP en toda la línea de flotación. Podrá seguir navegando, pero no será lo mismo. Rato, uno de los principales referentes del PP, elevado a todos los altares por sus compañeros, gozaba además del respeto de sus rivales. Llegó, con Aznar y Cascos, a una AP sin rumbo y la convirtieron en partido de poder con un discurso de regeneración democrática que caló. Rato convencía y seducía en sus intervenciones públicas y no había la menor sospecha de que quien clamaba tan razonadamente contra la corrupción, describiendo incluso sus efectos perversos en la política y la sociedad anduviera en trapicheos; si ya sorprendió a muchos que lo cazaran con las tarjetas de Bankia, verlo ahora de presunto defraudador fiscal y detenido por sospechoso de blanqueo de capitales ha sido demasiado. El Gobierno se ha distanciado de él, Rajoy guarda silencio mientras otros dirigentes no ocultan reacciones que van desde la decepción a la indignación; tanto por el engaño de tantos años como por los hechos que se han conocido ahora y sobre los que andaba, por lo visto, la Agencia Tributaria en sospechas. Y ni les digo de las consecuencias electorales.
El clima social contra la corrupción, al que no puede negársele ya su carácter de sistémica, debe sin duda haber ablandado las resistencias de los cortafuegos ocultos que impedían a los investigadores avanzar. Los obstáculos puestos por los dos principales partidos a su trabajo han ido saltando por los aires al extremo de que ni la cercanía de una convocatoria electoral ha parado a la Agencia que no solo está actuando con dureza bien merecida en el caso de Rato, sometido a registros domiciliarios en calidad de detenido, sino que ha seguido enviando a quien corresponde, el servicio antiblanqueo, no sólo los datos referidos a Rato sino los indicios que afectan nada menos que a 704 cargos públicos, lo que abunda en que se trata, como digo, de un problema sistémico que seguirá dando de sí hasta las elecciones de mayo y me atrevería a decir que sus efectos continuarán hasta las próximas generales. La evidencia de que no era la corrupción cosa de cuatro manzanas podridas, a las que siempre están expuestos los partidos políticos, ha llegado a un punto de imposible marcha atrás y las elecciones, que muchos celebran como la fiesta de la democracia, se han cargado de un especial dramatismo.
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