Espacio de opinión de La Palma Ahora
Aplatanados
Cuando los políticos se zafan de lo que es su deber y no asumen las necesidades del pueblo, debemos tomar nota. A los palmeros nos falta la mala uva necesaria para “cantarles” las cuarenta. Ya va siendo hora de que el pueblo sea directo y poco diplomático. Ya va siendo hora de porfiar para no renunciar a nuestros derechos, de insistir para que desde otras instancias del poder valoren en su justa medida la situación de La Palma, y no que apreciemos, un día sí y otro también, la atmósfera de divorcio que se produce por la doble insularidad. Obedecer las normas, entender los repartos siempre que sean justos, son imperativos éticos que no acostumbramos a soslayar, pero eso es una cosa y otra bien distinta someterse al abuso. Ahí debemos aliarnos con la denuncia y la protesta, pero actualmente no atisbo en los palmeros la rebeldía indispensable para, conociendo la fuerza del viento, tratar de caminar contra él, y no como casi siempre, dejarnos llevar.
Les cuento todo esto para manifestarles que he dejado a un lado la indolencia, esa tacha que tienen los palmeros: “Están aplatanados y no se enteran de nada”. La expresión nos retrata, pero lo que es peor nos delata la cara de ausentes que tenemos de un tiempo a esta parte, pues los pensamientos, si existen, están muy lejos y a la hora de andar sentimos que arrastramos hasta los pies. La respuesta suele ser “es que si miras a tu alrededor lo que ves aplatana a cualquiera”. Menos turismo, empresas que cierran, los productos de la huerta compitiendo con los ajenos? Bienaventurado aquel que ha encontrado su trabajo, que no pida más. Hemos perdido nuestra capacidad de lucha, y si queremos un futuro para la Isla es imprescindible que todos participemos en la tarea. La preocupación es común y, por tanto, la obra ha de ser de todos.
El aplatanamiento que se nos achaca si fuera colectivo sería un fenómeno sicosocial digno de estudio. Pero no es así. Cuando se nos brinda la oportunidad, cuando obviamos las interferencias y los obstáculos que limitan nuestra capacidad emprendedora desaparecen; cuando encontramos los canales de expresión apropiados, no hay niveles económicos, ideológicos, culturales y políticos que se resistan a nuestra manera especial de ser y de hacer. Tal vez los palmeros pecamos de buena fe y por eso nos ponen tantas piedras en el camino. Las envidias de dentro y los recelos de fuera nos impiden muchas veces cumplir objetivos y realizar sueños. ¡Qué no crea nadie que somos aplatanados! Es la hora de las reivindicaciones. Hagamos saltar todos los frenos, convencionales y propios, para ejercer tanta energía reprimida, porque en esta etapa de crisis, la doble insularidad nos está haciendo mucho daño, al tiempo que nos aleja todavía más del protagonismo que la Isla merece en el contexto regional.
Alguien me comentó una vez que “sólo podemos aspirar a dejar a nuestros hijos dos legados duraderos: uno, raíces y el otro, alas”. El segundo no implica que se olvide el primero. Hemos asistido a un éxodo de nuestros jóvenes de las islas menores a las mayores e incluso más allá del Archipiélago; en esa catarsis global que llaman “movilidad exterior”, asistimos a una reducción vivencial de muchas familias, pero los palmeros, capaces de saltar la barrera de la lejanía, despliegan las alas en escenarios polivalentes sin romper con sus raíces. Ellos no son aplatanados, ni tampoco aquellos que recurren a la economía sumergida para ganar unos euros y llevar comida a sus hijos. Seamos conscientes de este fenómeno que, aunque ilegal, no deja de ser un recurso paliativo para mitigar la angustia que produce la patología económica que nos azota particularmente en esta Isla, donde las políticas de ayuda externa son pocas.
La implantación de un modelo estructural de dependencia de la Península y de las Islas mayores “desangra” a La Palma y a los palmeros en los aspectos económico, social, cultural y hasta político. Unas veces lo hace con injerencias y otras con abandono, sin protección ni soluciones. Por eso, a partir de ahora, la defensa de los intereses de La Palma debería hacerse en bloque, al margen de ideologías y como palmeros activos que somos y “no aplatanados”. Es menester olvidar ese dispositivo de control que tienen los partidos y dejar de lado la servidumbre a aquellos que, desde una posición de privilegio, además del dominio financiero, monopolizan a menor coste el turismo, la producción y el comercio. La Palma también quiere entrar en esa dinámica empresarial generadora de vida, pero necesita de medidas compensatorias para explotar sus recursos en igualdad de condiciones. Siendo así al palmero le sobra talento. Este es un pueblo capaz de concebir por sí mismo su propio modelo. Yo diría que ya lo tiene inventado. Pero son apremiantes los factores claves que coadyuven al desarrollo de la agricultura y el turismo que son los sectores en que se basa. Entre esos factores el transporte, las comunicaciones y las infraestructuras y equipamientos son las unidades motoras que se exigen. Para que no digan más que los palmeros somos “aplatanados”, saquemos a relucir “un fisquito” de rebeldía. Es lo que nos falta. Dejar de ser un pueblo mudo y sumiso, para que otros no marginen nuestros proyectos, ni aborten, una y otra vez, nuestro futuro.
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