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La maldita prolongación del ser humano

Antonio Rodríguez

Ya son muy pocas las personas en edad de utilizar un aparato, que no dispongan de una nueva prótesis, aunque en este caso no para ayudarles en la vida, como sería su deseo, si no para convertir sus más cotidianos actos en estúpidos.

Empecé a preocuparme con el uso irracional de los móviles, cuando fui a un concierto, y la gente se peleaba por colocar el móvil de tal manera que pudiera grabar el concierto. ¿Pero qué hace esta gente?, me pregunté y preocupé, ya que ni me dejaban ver el concierto y tampoco disfrutaban del mismo. Sólo querían grabarlo con su aparatito, o sea que no querían tener un recuerdito, querían grabarlo, aunque pasadas unas semanas nunca más recordaron que tenían el concierto grabado. Verídico como todo lo expuesto en este artículo.

Después empezamos a ver la gente sentada en las terrazas, cada uno con su móvil, mejorando la mensajería instantánea, y paralizando cualquier otra forma de comunicación. Luego en almuerzos varios, venga a sacar la fotito para el grupo, y a geolocalizarnos, que el establecimiento de patrones de conducta para ser diana comercial, sólo le pasa a los paranoicos. Y así hemos ido evolucionando hasta llegar a nuestros días, donde alucino con los siguientes comportamientos

a) Persona que está fatalmente herida y retrasa su marcha al centro de salud, porque tiene que ver su móvil.

b) Persona que indica no tener tiempo para informarse sobre la realidad política y económica del país, pero sí participa activamente en numerosos grupos a través de su móvil.

c) Joven de 16 años, que mientras hablaban de política sus padres, pregunta quién es Rajoy, pero al preguntarles por 3 marcas de teléfono móvil, las indica, como si les estuviera preguntando si la gente come por la boca. Y es que a pesar de sus buenos modales, casi recibo un improperio por realizarle pregunta tan trivial.

d) Adultos que siempre desean un móvil mejor, aunque este cueste 400 euros o más, cuando el mismo servicio se lo hace uno de 80 euros. Adultos estos que no son capaces de asimilar la innovación que dispone su aparatito, como casi nadie, y que se molestan con un servidor, cuando les demuestras que han hecho el panoli al comprar un aparato tan caro.

e) Luego el pitido o canturreo constante en cualquier hogar que no permite ni comer, ni ver la tele, ni ir al baño sin el aparatito. Por favor, que necesitamos la maldita prolongación del ser humano para que nos ofrezcan un trabajo, no para hacer la vida más difícil a los demás.

 Como sólo se trataba de mostrar  algunos ejemplos que demuestren lo absurdo de nuestro comportamiento con los móviles, no voy a seguir aportando ejemplos, pero sí les invitó a ver el reportaje denominado ‘desesperados por los móviles’ dentro del programa ‘Equipo de investigación’ de La Sexta, donde una vez más se constata la adicción a los móviles.

 

Por último y de cara a esta sociedad que nos ha tocado vivir, me pregunto ¿Cuándo vamos a racionalizar el uso de los móviles?

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