Decenas de miles de niños y personas inocentes están muriendo de hambre, bombas y tiroteos por la matanza que Israel está arrojando encima de Gaza. La absurdidad de estar viendo un genocidio en directo por la pantalla del móvil y desde el sofá está erosionando nuestra humanidad, nos está despojando cada uno de nuestros valores, uno a uno, sin ser capaces de reaccionar a tanta crueldad. El dolor que siento, y sé que tantas otras personas estamos sintiendo, es tan grande que puede llegar a ser desconcertante y paralizante. Por si fuera poco Gaza no es solamente una herida abierta en la ilusión de una civilización occidental moderna, la nuestra, supuestamente evolucionada, sino que es un modelo de cómo las siguientes crisis se podrían gestionar.
Estamos ya en medio de un cambio climático y crisis ambiental en el que sequías, incendios, inundaciones, tormentas y demás extremos climáticos están provocando estrés en los sistemas de producción agrícola del mundo, con lo que nos estamos acostumbrando a ver los precios de los alimentos subir sin cesar. Y esto es solamente el principio, porque tampoco parece que seamos capaces de reducir nuestras emisiones, ni tan siquiera ver cómo ejecutar las respuestas necesarias y urgentes.
A esta situación complicadísima se le añade una crisis energética, que en un sitio como La Palma tan altamente dependiente de energías fósiles importadas se traducirá necesariamente en colapso social y económico, si no reaccionamos.
Sin ningún espacio para la duda, entendiendo todos los datos científicos de los que disponemos, estamos hablando de una venidera crisis de recursos. Ante esta situación se puede reaccionar de dos maneras opuestas: con humanidad o con barbarie.
Una reacción con humanidad sería la de una población consciente que se responsabiliza y coopera en las soluciones necesarias, unas instituciones que saben reaccionar y dar respuesta a los retos, navegando desde la empatía y no dejando a nadie atrás.
Gaza nos muestra cómo es el camino de la barbarie, con gobiernos mirando hacia otro lado o haciendo tímidas intervenciones vacías de contenido que no cambian prácticamente nada. Es el modelo de anteponer los intereses de unas pocas personas en el poder dando órdenes psicópatas, sin pestañear, que terminan sacrificando enteros territorios y vidas sin rostro. Territorios que cada vez serán más extensos, en un sistema que se comporta como un monstruo enloquecido engullendo los cada vez más escasos recursos de este maltratado planeta.
El pasado domingo tuve el privilegio de poder vivir un evento indudablemente histórico. Miles de personas nos reunimos en el puerto de Barcelona para despedir entre instantes de profunda tristeza mezclada con esperanza, agradecimiento, y muchas lágrimas a las cientos de personas valientes de la sociedad civil que se subieron a la Global Sumud Flotilla hacia Gaza, arriesgando su vida para romper el bloqueo de comida y necesidades básicas que están sufriendo sus gentes. Hacía mucho tiempo que no vivía algo similar, la fuerza de la gente diciendo basta, que este genocidio, esta atrocidad, no es en nuestro nombre.
No olvidemos que la flotilla de barcos llevando comida y medicinas a los niños muriendo de hambre en Gaza se mueve por los mismos vientos y fuerzas que los que nos trajeron ayuda después del volcán. Los mismos que enviamos a Valencia después de la Dana. Los mismos que vamos a querer que nos lleguen y vamos a querer enviar en las próximas crisis que nos tocará vivir en primera persona o desde la distancia. Eso siempre que permitamos que la Flotilla a Gaza llegue a su destino. No nos quedemos en silencio ante cualquier obstrucción a que eso ocurra. Si las instituciones y gobiernos no están a la altura de parar este genocidio, que seamos las personas unidas quienes lo hagamos. Sé que es posible y sé que ha llegado el momento en el que finalmente el rugido de nuestra humanidad se escuche en cada rincón de este planeta.
4 de septiembre de 2025
Nuria Albet Torres