Naturaleza muerta (secuelas del incendio)
Evoca una gran tristeza
ver las retamas quemadas,
las cuadrillas agotadas,
muerta la naturaleza.
El cielo con su belleza
no distrae el pensamiento,
acentúa el sentimiento
duro de sobrellevar
para poder superar
el vil acontecimiento.
Jócamo, 24.VIII.2023
NOTA: No siempre la belleza va unida a la alegría. Hay imágenes llenas de tristeza y, sin embargo, sublimes por su belleza. Viene a mi memoria la inmortal imagen de La Piedad de Miguel Ángel, conservada en la basílica de San Pedro, en Roma. El genio del polifacético escultor consiguió dar vida al mármol, hasta lograr una escena triste y dolorosa, pero a la vez llena de ternura y exquisita sensibilidad. Ocurre algo similar, salvando las distancias, con la magnífica foto remitida por el amigo Isidoro Sánchez, ingeniero de montes. La imagen, sin duda dramática y triste, resulta a la vez una exquisita muestra de ternura y exaltación a la naturaleza muerta del paisaje.
Desde una perspectiva antropocéntrica (somos humanos), resulta comprensible la defensa a ultranza de las zonas rurales y urbanas. En ellas se concentran las personas y sus bienes inmuebles, en ocasiones ilegales y ubicados en lugares difíciles de defender. Aún así, todavía nos empecinamos en aprobar proyectos “ecosostenibles” en medio del monte.
Tristeza resignada produce el aceptar como mal menor el sacrificio de nuestros espacios naturales.
Lo he dicho en otros medios y lo reitero aquí: como biólogo y como botánico, no debo callar mi sorpresa por el “silencio” (voluntario impuesto) de las principales autoridades, políticas y técnicas, responsables de los Espacios Naturales Protegidos en general y del Parque Nacional del Teide en particular. Se conoce que el “medio natural” no tiene voz ni voto.
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