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No hay belleza en la desalación

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En Canarias somos pioneros en materia de desalación de agua de mar. Pues en el año 1964 se instaló la primera desaladora de Europa en la isla de Lanzarote. Sin embargo y pese a nuestra precocidad en la materia, a día de hoy (octubre de 2025) Lanzarote y La Graciosa enfrentan graves problemas con el suministro de agua potable a sus residentes.

La desalación de agua de mar es un proceso industrial mediante el que se consiguen separar las sales del agua obteniendo una fuente de suministro de agua potable con gran facilidad.

La desalación depende del suministro eléctrico y en plantas obsoletas: de los combustibles fósiles. Por tanto, depende de una fuente de energía y no tiene capacidad para funcionar de forma autónoma: “Canal Gestión Lanzarote pone en conocimiento de la población de Lanzarote y La Graciosa que, como consecuencia de una incidencia que ha sufrido la red eléctrica de ENDESA que alimenta las desaladoras de la Central Díaz Rijo, la producción de agua potable en estos momentos se ve comprometida”.

La desalación altera a nuestro antojo el ciclo hidrológico, en todas sus fases, y por tanto no respeta los tiempos de la naturaleza.

La desalación está vinculada inexorablemente a la emergencia hídrica. Son sus propios benefactores quienes la postulan como solución a los problemas hidrológicos de los territorios. La realidad es que la desalación es la solución óptima ante las emergencias, simplemente porque es la solución que garantiza el suministro con inmediatez, no sin coste.

Lo que pasa es que cuando uno se instaura en que lo que es bueno para atender una emergencia es bueno en lo ordinario y cotidiano está cometiendo un grave error.

Y en esa línea de pensamiento andan tratando de argumentar que la desalación es, y debe ser, la forma convencional u ordinaria de obtener recursos hídricos.

Pues he de exponer que la desalación es un procedimiento NO convencional y así se ha venido considerando hasta la fecha. Entre otras cuestiones porque antropizamos al ciclo hidrológico como ya se ha expuesto.

¡Hombre! si al final la única manera que se contempla para la obtención de recursos es la desalación y el resto de formas (aquellas que tratan de respetar el ciclo hidrológico o aluden a la cultura de un territorio) se dejan en desuso, por supuesto; la desalación sería lo ordinario, por no decir: la única manera de disponer de agua.

Es de una gravedad extrema atentar, vilipendiar o denostar formas que en el pasado dieron prosperidad a las islas para imponer modelos público-privados que llenen de plantas desaladoras nuestro litoral como si Canarias fuera Arabia Saudí.

Gracias que al menos de palabra, en la isla de Lanzarote contemplan la recuperación de sus aljibes. Cuestión que si llegara a materializarse todos los canarios debiéramos aplaudir.

A lo que iba: en la desalación no hay belleza, nunca verán a ningún fotógrafo tomándole instantáneas a la fachada de una desaladora, salvo para la foto inaugural. Sin embargo, verán a muchos fotógrafos y usuarios de Instagram, haciendo cola para fotografiar una gran presa o un largo acueducto, infraestructuras hidráulicas bellas.

Ahora en tono crítico, la desalación es una solución de tercera división ingenieril que denota incapacidad para articular soluciones más complejas. Las soluciones en ingeniería como en la vida no son únicas, y no deben tomarse desde un prisma de urgencia o emergencia permanentemente, sino con visión de medio-largo plazo. Aunque en materia de aguas he de reconocer; se está complicando la cuestión.

La desalación tiene bondades y no es mala en todos sus extremos. Pero la desalación malentendida es pan para hoy, hambre para mañana. Como en el amor, “lo que fácil llega, fácil se va”; “lo que no cuesta, no se valora, no se aprovecha”, y “la dependencia te vuelve frágil y vulnerable”.

La desalación proporciona una falsa sensación de seguridad y disponibilidad del recurso cuando en realidad hay que revisar la mala relación que tenemos con el agua en Canarias.

Siendo un territorio árido en nuestra comunidad autónoma imperan:

1.- las demandas desmesuradas,

2.- el mal aprovechamiento del recurso (no sólo por destinarlas a usos poco loables, sino porque “más del 55% del agua producida se pierde por el camino antes de llegar a los hogares” - dato del Canal Gestión Lanzarote), y

3.- la falta de reutilización.

Tenemos a Canarias instaurada en situación de emergencia hídrica, la de Lanzarote declarada a principios de este mismo año 2025. Pero la mala noticia es que todas las soluciones parecen conducir a Roma, en nuestro caso a Arabia.

Para poder vender la desalación como la panacea habría que preguntar a quienes consultan un calendario de suministros siendo pioneros en desalación y 100% dependientes de ella. Qué paradoja: presumir de ser cuna de la desalación mientras sufres cortes programados y mueres de sed.

Canarias es un desierto en el que se lleva bastante tiempo apostando por la desalación cuando como diría mi amigo el Principito, de Antoine De Saint-Exupéry, “Lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte...”

El agua no se fabrica, se cuida. La verdadera revolución industrial será simplemente reconciliarnos con ella.